Cuando acabas de presenciar una experiencia como The Great Tamer puedes tener la sensación de haber estado soñando. Las casi dos horas de espectáculo pasan como en un estado de ensoñación, donde la sucesión de imágenes oníricas nos transporta a una dimensión que no es real. Los cuerpos de los bailarines-actores parecen ingrávidos, e incluso se desmiembran ante nuestros ojos como si fuera por arte de magia. El escenario es lleno de trampas y oculta secretos que iremos descubriendo poco a poco. En resumen, un espacio para el sueño donde todo tiene cabida, porque aquí no se alecciona ni se moraliza nadie, más bien se le invita a visitar un espacio en el que buscar los contenidos que más le […]
Carles Armengol Gili
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