Da la sensación que Victoria es fruto de un encargo, o más bien dicho de una intención oculta: la de volver a repetir el éxito de aquella Barcelona de Pere Riera. El problema es que Pau Miró -hasta ahora más preocupado por historias y personajes contemporáneos- no es un autor que satisfaga a públicos de todo tipo. Hay que reconocer que en esta obra se le adivina un gran esfuerzo por encontrar escenas y atmósferas que convenzan a todo el mundo, pero el tono general de la pieza -y en especial, su dirección- resulta demasiado solemne y el ritmo no atrapa del mismo modo a todos los espectadores. La barbería acaba resultando demasiado aséptica y la frialdad del conjunto, sólo […]
Carles Armengol Gili
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