Agamenón es la parte más representada y conocida de La Orestíada, la trilogía que describe el final de la maldición de la casa de los Átridas. También es la más larga y solemne, repleta de monólogos que constituyen un grandioso patrimonio teatral. La decisión de Luca de Fusco, director del Teatro Stabile di Napoli, de ser excesivamente respetuoso y conservador quizás no ha ido del todo a favor del montaje. Aún así, la calidad del grupo, y en especial de sus actrices (Gaia Aprea como Casandra y Mascia Musy como una inmejorable y amenazante Clitemnestra), ha acabado por ofrecer un espectáculo casi operístico y de una gran coherencia formal. No es ni mucho menos la más exitosa de las tres partes que conforman esta Orestea napolitana, pero sí que guarda con todas ellas la misma idea escénica (Maurizio Balò) y un riquísimo diseño de vestuario (Zaira de Vincentiis). En total, casi tres horas y media de tragedia, repartidas en dos funciones que en el Teatre Lliure se podían ver seguidas o en días diferentes. Una auténtica maratón de Esquilo que cada vez es más difícil de encontrar en los escenarios y que ha convertido esta sesión en un acontecimiento inexcusable para los amantes del teatro clásico.
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