Un drama en blanco y negro

Macbeth

Macbeth
13/10/2016

Verdi estaba muy orgulloso de esta ópera, que compuso en la primera parte de su carrera, pocos años antes de algunos de sus grandes éxitos. El compositor quiso crear un drama que estuviera a la altura de la obra de Shakespeare, al que él admiraba profundamente. Por este motivo se saltó muchas de las convenciones de las óperas italianas de la época, creando una estructura que se ponía totalmente a las órdenes del argumento. También hizo un gran trabajo con el coro (las intervenciones corales a capella al final del primer acto son extraordinarias y ciertamente originales) y con las voces de los protagonistas, sobre todo con la de Lady Macbeth, para la que él defendía una brutta voce que denotara la maldad y la ambición del personaje.

Christof Loy, el reconocido director de escena, ha conseguido crear con este Macbeth una filigrana a la que es difícil resistirse. Partiendo de una paleta en blanco y negro, Loy imagina un espacio y un vestuario intemporales que remiten a Rebeca de Alfred Hitchcock e incluso a una legendaria Traviatta de Visconti. Además, hay un humor soterrado -las brujas travestidas o el ballet del tercer acto- y muchas ideas de dirección que consiguen un ritmo constante y un movimiento escénico muy atractivo. En este sentido, justo es decir que no es fácil mover más de setenta personas en escena, y en algunos momentos como en la fantástica escena de la cena todo fluye de una manera extraordinaria. En definitiva, una función espectacular que pudo contar con las grandes voces de Martina Serafin, Ludovic Tézier y Vitalij Kowaljov, así como con el Coro del Gran Teatre del Liceu que volvió a tener una noche memorable.

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