Enfrentarse a una obra de Thomas Bernhard requiere un esfuerzo por parte de todo el equipo artístico que participa en el proyecto -empezando por el director y terminando por unos preparadísimos actores- pero también requiere un esfuerzo por parte del público. Este autor austriaco, que renegaba de serlo, a menudo escribió obras que son largos monólogos punteados por las réplicas de personajes muy secundarios, meras comparsas que acompañan al personaje o personajes centrales. Su teatro es seco, denso y lleno de complejidades que, a simple vista, pueden pasar desapercibidas. Sin embargo, sus palabras no son en vano, y sus diálogos no caen en el olvido del espectador, sino que lo hipnotizan con un extraño magnetismo y unas repeticiones que, con […]
Carles Armengol Gili
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