Esta versión teatral de El discurso del rey empieza con un hombre desnudo que poco a poco van vistiendo -o disfrazando- de rey. Una buena y acertada metáfora para una obra en la que uno de los personajes llega a decir: «El rey sólo es un actor, y la familia real una compañía de teatro.» Si tenemos en cuenta que este actor principal no puede escoger gobierno, ni hacer leyes, ni decidir si conduce o no su país a la guerra, nos daremos cuenta de que todo ello queda supeditado a una cuestión de imagen y oratoria. Hasta aquí todo entra dentro de lo que se considera aceptable, pero… ¿qué pasa si la oratoria es lo único que este personaje […]
Carles Armengol Gili
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