Las dos primeras escenas de este espectáculo demuestran que Carlos Santos, con 75 años de edad a las espaldas, es y será un provocador de primera línea. A nadie más se le podría ocurrir esta boutade, donde se ríe de él mismo, de su obra e incluso del público. Pero no hay en todo el espectáculo ningún argumento, ninguna sentencia ni ningún mensaje aleccionador, sino una interrogación constante sobre el proceso de creación y sobre las formas de trabajar que lo han mantenido en activo durante tantos años. Por eso encontramos el trabajo con objetos cotidianos (las aspiradoras), con elementos fetichistas multiplicados (los zapatos de tacón rojos) o bien con composiciones de los setenta, recicladas ahora en forma de grabaciones. […]
Carles Armengol Gili
851 Recomendaciones