Los actores esperan al público jugando un partido de fútbol, y vestidos con su ropa personal. Durante la representación utilizan sus propios nombres e incluso ilustran el inicio de la obra con fotografías de su niñez o juventud. Juegos extrateatrales que intentan borrar la ficción o poner los límites en unos márgenes que no son los habituales. Todo ello para acercarnos al drama de Ivànov desde otra perspectiva: más honesta, contemporánea, desnuda de artificios y de algunos tópicos burgueses con los que se acostumbra a servir el teatro de Chejov. El gran mérito de Rigola es que hace y deshace lo que quiere con su versión de Ivànov, pero sin traicionar nunca a los personajes ni al autor. A pesar […]
Carles Armengol Gili
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