Cada vez que veo en algún reportaje que se pregunta a los adolescentes sobre Franco y éstos no lo conocen, o bien lo confunden con algún político actual, me entra un cierto malestar. Quien no conoce su pasado histórico corre el riesgo de que, tarde o temprano, lo vuelva a repetir. En este ejercicio teatral o experimento escénico, depende de cómo se mire, se parte precisamente de una premisa similar. Se coge a un grupo de actores jóvenes y se les empuja a bucear en la memoria histórica de la Guerra Civil española. El resultado es extraño, a ratos, pero casi siempre fascinante y acertado. Y es que en el escenario tenemos una serie de reflexiones que no nos hacemos a menudo, y que merecen toda nuestra atención.
El espectáculo parte de tres premisas imposibles: Franco está enterrado detrás de una pared del Institut del Teatre; los restos de Lorca descansan en el Poble Sec; existe una fosa común donde se preserva a los muertos de la guerra -separados por bandos- hasta que se les vuelva a necesitar … Son premisas absurdas, pero con cada una de ellas vamos descubriendo datos que desconocíamos o haciéndonos preguntas que quizás no nos habíamos planteado. Los siete actores se dejan la piel en una serie de performances que se toman muy en serio. No estamos ante un ejercicio teatral caprichoso, sino delante de un ejercicio valiente y comprometido. Hay momentos quizás un poco demasiado crípticos y escenas a las que les habría que dar alguna explicación más, pero el conjunto funciona y deja la huella que pretende, lo que no es siempre fácil de conseguir.