Tosca es una de aquellas óperas que te puede gustar por motivos muy diversos: sus famosas arias («Recondita armonia«, «Vissi d’arte» y «E lucevan le stelle«), su coro emblemático («Te Deum«), su dramatismo exacerbado, etc. Pero para mí lo que la distingue de otras piezas del mismo estilo es su tenebrismo, su crueldad y su aire perverso y turbio. El segundo acto, con la larga escena de seducción entre el barón Scarpia y Florecía Tosca alternada con la tortura al pintor Cavaradossi, supone un ejemplo clarísimo. Y si a esto le sumamos un final de obra que parece más bien una broma macabra, ya tenemos una pieza única y teatralmente muy interesante. La propuesta del director de escena y escenógrafo […]
Carles Armengol Gili
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