Remasterizar todo un clásico

La Rambla de les Floristes

La Rambla de les Floristes
14/10/2019

Estamos ante un texto en verso, una obra clásica del teatro catalán, una pieza que muchos podrían encontrar anticuada y obsoleta… pero cuando se encienden los focos del TNC pronto nos olvidamos de todo esto. La musicalidad de Sagarra, la sutilidad y el trasfondo crítico de su obra (la burguesía catalana nunca quedaba bien parada con él, a pesar de formar parte de ella), así como la habilidad de Jordi Prat i Coll para afrontar la pieza como un texto nuevo, nos acaban convenciendo y entusiasmando. Y es que no estamos solo ante una reproducción mecánica, como tantas veces hemos visto en este mismo escenario, sino que estamos ante una reconstrucción que no olvida la tradición pero que la mira con ojos nuevos. El director sabe que tiene en las manos un gran texto, y lo aprovecha e interpreta como si nunca lo hubiera representado nadie. Esta libertad, que ya se tomó con Liceistes i Cruzados o Els jocs florals de Canprosa, da como resultado un espectáculo vistoso y esperanzador. No es malo revisar nuestros clásicos, pero hay que equilibrar bien el respeto y la osadía.

Otro de los grandes puntos fuertes del espectáculo es la forma de decir el verso, que en el caso de Sagarra presenta algunas dificultades añadidas. Su verso es natural y fluye de una forma casi orgánica, pero también tiene una música muy marcada que puede dar pie a cantinelas o formas de decir estereotipadas. Creo que se ha tenido bastante cuidado al respecto, dando la sensación en muchas ocasiones de que el verso era solo una entelequia nuestra. En este sentido, hay que destacar el trabajo de Rosa Boladeras, que lleva el peso de la obra y que con este personaje da un salto muy grande como actriz indispensable de nuestro teatro. Quizás hacia el final su gestualidad resulta un poco exagerada, pero la verdad de la tía Antònia no se la podrá sacar nadie. Quizás no tiene el aura mítica de una Sardà, pero sí aporta el alma y la delicadeza que requiere la función. Un gran trabajo que tendría que ser largamente recompensado…

El otro gran pilar de esta Rambla es todo el trabajo estético, que podríamos repartir entre el trabajo puramente escenográfico (magnífica producción de Laura Clos i David Bofarull) y toda la parte coreográfica y de movimiento que se desarrolla en un segundo término. Creo que este último trabajo, precisamente, aporta un hecho diferencial muy importante, puesto que las supuestas «almas» de la Rambla dan un sentido extra a la función. Por otro lado, las tres o cuatro intervenciones musicales también suman a la propuesta, tanto por la información suplementaria que nos dan como por estar muy bien ejecutadas. La única pega que podría poner es el travestismo de algunos personajes secundarios, que raya con lo grotesco, o algunos detalles de vestuario (las bambas no quedan mal, pero toman un protagonismo innecesario). De todas formas, son detalles pequeños en medio de un acierto tan necesario.

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