La obra empieza con el diálogo de la protagonista -una astrónoma que trabaja en un planetario- con su hija, una niña que escucharemos varias veces a lo largo de la obra pero que no veremos nunca… Este presagio, que poco a poco se irá convirtiendo en un hecho constatable, es el motor que hace mover esta historia. Una conmovedora historia sobre una persona que por su oficio sabe ver hasta la más recóndita estrella, pero que en el terreno personal está desarrollando una dolencia que pronto la dejará ciega. Los datos científicos, las vivencias domésticas y las desazones más íntimas van dando forma a un relato que a veces cae en repeticiones, pero que se disfruta por su honestidad y su capacidad de variar el ritmo cada diez minutos.
Pep Pla ha hecho una dirección inteligente, ágil y clarificadora. Los cambios de ritmo y el cuidado por el texto son dos pilares fundamentales de la dirección, a pesar de que sin Míriam Iscla nada se podría entender. Su composición actoral vuelve a ser impecable, y por si fuera poco, nos deja ver registros a los que no nos tiene acostumbrados. Sin duda estamos ante un texto bastante interesante y ante un espectáculo brillante, nunca mejor dicho, puesto que su estética de planetario nos da escenas bellísimas… No os la perdáis.