Revalorizar la comedia autóctona

Kràmpack

Kràmpack
07/10/2019

El teatro de Jordi Sánchez siempre ha sido un teatro popular, donde no falta un trasfondo dramático o una cierta reflexión sobre temas que en otras manos habrían derivado hacia el drama. Desde Mareig o Fum, fum, fum hasta El eunuco, Sánchez ha navegado por un teatro aparentemente costumbrista pero con un aire rompedor y una vena humorística muy clara. Pertenece a una generación de autores (Sergi Pompermayer, Pep Anton Gómez o David Plana) que apostaron fuerte por un nuevo estilo de comedia y que nunca hicieron ascos a la televisión, donde desarrollaron varias sitcoms. El caso de la famosa Plats bruts superó todas las expectativas y marcó, quizás con creces, un estilo paródico que poco a poco se fue alejando del espíritu original. Es por este motivo que cuando se anunció que se recuperaría Kràmpack -una obra de 1994- muchos pensaron reencontrarse con el estilo de los últimos trabajos de Sánchez y Joel Joan, mientras que lo que hay detrás es una comedia despreocupada, fresca y juguetona.

Es cierto que el tema central -el descubrimiento de una sexualidad inesperada- quizás ha quedado un poco desfasado, a pesar de que no se puede negar que sigue interesando a un público numeroso y especialmente joven. Como jóvenes también son los actores que defienden esta nueva versión. Los cuatro –Àlex Ferré, Mikel Iglesias, Jaume Casals i Lidia Casanova– encajan bien en sus roles, a pesar de que tienden en muchos casos hacia la imitación de los referentes originales… En definitiva, una reposición que no decepciona, y que supone el retorno de un texto clave en el teatro catalán reciente. Ojalá que podamos recuperar unos cuántos más

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