Hacer una especie de festival de Eurovisión con canciones escritas por filósofos es una idea original y ocurrente. Este espectáculo, de hecho, vive de esta única idea y la intenta explotar todo lo que puede, a pesar de que las bases que se ha puesto -todo concurso necesita unas bases- hace que se vea encorsetado y limitado. Habría estado bien partir de aquí y acabar teatralizando la propuesta, hacer que el concurso traspasara sus límites y nos mostrara su carácter filosófico con hechos, no con comentarios. Las diez canciones interpretadas, todas representantes de algún país europeo, han sido encargadas a diferentes filósofos y pensadores del continente. Todas tienen su particular puesta en escena, su música en directo y las voces […]