Convertir uno de los melodramas estelares del cine de los ochenta en una especie de vodevil tiene su mérito, aunque sea un mérito dudoso. Es cierto que el original de James L. Brooks tiene toques de comedia y algún que otro personaje extravagante, pero toda la primera parte de esta versión teatral se excede con las idas y venidas, las llamadas telefónicas cruzadas, los malabarismos sexuales y algún que otro personaje excesivamente estereotipado. Podríamos pensar que se ha hecho para complacer al público de Lolita Flores, pero creo que seria ningunear un público que la ha seguido igualmente cuando ha hecho La plaza del diamante o Fedra. Además, la actriz es la que más se centra en el tipo de […]
Carles Armengol Gili
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