Era el año 1986 y aún no se hablaba del empoderamiento de la mujer ni del Me Too, pero Shirley Valentine ya empezaba a hacer su camino hacia la liberación. En aquellos años el monólogo supuso un pequeño y modesto revulsivo para muchas espectadoras de teatro (y también de cine) de todo el mundo, hasta el punto de convertirse en una especie de icono … y unos años después en un personaje olvidado. A día de hoy -y esto es lo más triste- el mensaje de esta obra de más de treinta años vuelve a ser vigente y necesario. Y no lo es porque contenga un mensaje revolucionario, sino porque desde su sencillez y humanidad reivindica cosas tan simples y […]
Carles Armengol Gili
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