No es nada sorprendente que en el momento actual del Me Too y de la reivindicación feminista se repongan o recuperen obras que, en su momento, defendieron y reivindicaron la posición de la mujer en el mundo. Si a principios de temporada se estrenaba Shirley Valentine, ahora le toca el turno en esta obra del 2009 que utiliza la invención del vibrador eléctrico para explicar la represión sexual de la mujer americana en el siglo XIX. Una represión que nuestras abuelas, e incluso nuestras madres, también sufrieron de alguna manera en su juventud. Y es que la sexualidad de las mujeres y el orgasmo femenino tardaron mucho tiempo a tenerse en cuenta…
Julio Manrique ha dirigido con elegancia y su habitual buen gusto este texto de Sarah Ruhl que, en mi opinión, ganaría mucho con un entreacto. La obra tiene una duración excesiva y gira casi siempre en torno al mismo conflicto, a pesar de que no se puede negar que el buen trabajo de todo el reparto consigue que el conjunto sea un entretenimiento más que recomendable. El resultado global también tiene mucho que agradecer al envidiable trabajo de Alejandro Andújar, responsable de los increíbles decorado y vestuario. En definitiva, una obra que salva algunos escollos del original para llegar al público con forma de poética (y divertida) reivindicación.