Només la fi del món, es toda ella intensidad. El espectador no alcaza, entre clímax y clímax, poder distenderse, coger aire ante la resolución de la tensión venidera. Se ha prescindido de vestuario vistosos, de idas y venidas de acción y de escenas de la vida cotidiana, para que la palabra tomara todo el protagonismo. ¡Pero qué palabra! Densa, afectada, rumiante –yo pienso, yo pensaba, sí, yo así lo veía y yo así lo veo-que sería exquisita para una novela con narrador omnisciente pero desprovista de toda naturalidad en el lenguaje oral y menos aun, familiar. La nueva propuesta de Oriol Broggi es una historia que narra la vuelta a casa de un hijo, que a las puertas de los […]
Mariona Rebull
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