Los sentidos no pueden hacer otra cosa que atender a lo que atañe al mundo fenoménico: lo tangible, lo regido por la ley de la causalidad, lo material, lo perceptible. Y es este mundo de hechos el que se suele presentar delante del espectador: introducción, nudo y desenlace que van tejiendo desde las historias de chico conoce chica hasta las más épicas revoluciones legendarias. Y sin embargo, ¿cuál es el material latente que realmente empuja a un actor a escoger serlo y a interpretar determinado papel? Y no me refiero al proceso de creación de texto, ni al montaje escénico, ni a la caracterización formal de los personajes, sino a los vaivenes internos y pensamientos erráticos que lo gravitan hacia […]
Mariona Rebull
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