Cuando uno va al teatro puede ir con unas expectativas previas que a menudo pueden defraudarlo. Acostumbra a ser un problema del espectador, o incluso de los programas de mano o las informaciones que alimentan una fantasía que después no se cumple. Últimamente nos encontramos con otra variante: las obras que empiezan ofreciendo unas expectativas y las acaban abandonando al poco rato, a veces por querer tratar demasiados temas y a veces por no querer mojarse en exceso. A Justicia le pasan las dos cosas, puesto que empieza con una interesante radiografía de una familia de la alta burguesía catalana, de aquellas de misa diaria, aspiraciones políticas de derechas, casita de veraneo en el Ampurdán y peregrinaciones a Montserrat cada […]
Carles Armengol Gili
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