Ya hace unos cuántos años que Àlex Rigola se dedica a desnudar algunos clásicos y dejarlos prácticamente en el esqueleto, con aquello que aguanta la estructura y da sentido a todo. Son versiones sin vestuario, ni escenografía, ni nada que las contextualice. Se basan en el texto, en la palabra, y a la vez los actores –en un juego metateatral bastante interesante- juegan a hacer de narradores y de personajes a partes iguales. Empezó la experiencia con Ivanov, siguió con Vania (escenas de la vida) y acabó la trilogía chejoviana con La gavina. Ahora repite el ejercicio con una obra de Ibsen e incluso copia la fórmula del cubo de madera que ya se vio a Vania. Un espacio reducido, […]
Carles Armengol Gili
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