Si tuviéramos que colocar el Fashion Freak Show dentro de alguna categoría de las artes escénicas nos tendríamos que ir al cabaret, o incluso a la revista, un género que de vez en cuando parece regresar con formas renovadas gracias a espectáculos difíciles de catalogar (The hole, El hotel de las reinas, etc.) Pero aquí, además, nos encontramos con un espectáculo que quiere ser homenaje y recordatorio de la vida y obra de uno de los gran modistos franceses de todos los tiempos, Jean Paul Gaultier. Tengo que confesar que al principio daba un poco de miedo pensar cómo casarían los dos mundos, pero cuando uno piensa en los desfiles míticos del diseñador ya comprende que el espectáculo ha estado siempre en sus genes.
Gaultier bebe desde muy pequeño de fuentes que determinarán su carrera posterior: películas francesas donde se explotaba el glamour (Falbalas, Lola Montès o French Cancán) o las imágenes sobre el Follies Bergère que acaba viendo en prensa o televisión. Actrices de revista como Zizi Jeanmaire o la famosísima Josephine Baker acabarán influyendo en sus gustos y formando un estilo transgresor donde todo se mezcla y donde todo vale. En su primer desfile individual, cuando contaba con solo 24 años, ya se muestra el gusto por el escenario, por el espectáculo… Con poco dinero, menos recursos, y un alud de imaginación, revoluciona el mundo de la moda de mitades de los setenta y principios de los ochenta.
Fashion Freak Show muestra muy bien las influencias con números que evocan recuerdos (el osito Nana), piezas icónicas (el corsé o el sujetador cónico) o el mundo de la revista francesa. En la primera parte ya aparece el mítico estilo marinero, la famosa sesión de fotos que le hacen Pierre & Gilles o el viaje a Londres que tantas influencias tendrá en su trabajo posterior, para continuar después con Madonna, el cine, la transformación de la moda masculina y tantas otras cosas… Todo se muestra con coreografías que son casi pases de modelos, y desfiles coreografiados que acaban siendo pequeños ballets. Todo punteado con un trabajo videográfico de primera, algunos pequeños monólogos (en inglés, eso sí) que ayudan a los cambios de vestuario, canciones interpretadas en directo por Aliashka, y apariciones estelares en pantalla como la de Rossy de Palma, Catherine Deneuve o Micheline Presle (la protagonista de Falbalas) que aquí interpreta a su abuela.
El ritmo del espectáculo es frenético, muy calibrado (cada parte no dura más de 45 o 50 minutos) y mejor ejecutado. Los bailarines y modelos –de tallas y cuerpos diversos- muestran el entusiasmo que el espectáculo necesita, y a ritmo de la música bailable de los ochenta y noventa nos transportan a un mundo de fantasía único e irrepetible. El vestuario diseñado por el propio Gaultier acaba haciendo, como no podía ser de otra manera, que la magia se imponga en el escenario del Coliseum.