L'omissió de la família Coleman

De familias normales no hay. De hecho, sería un estudio establecer qué se supone que es una familia “normal”. Lo dejaremos, pues, en el hecho que cada uno tiene sus momentos álgidos y sus problemas, sus idiosincrasias.

Los Coleman tienen sus características propias. Es una familia formada por una abuela, su hija y cuatro nietros, tres de ellos viviendo en la misma casa que la madre y la abuela. Los cinco viven y “sobreviven” como pueden. No todos trabajan, y algunos tienen más dificultades que otros para hacer, lo que diríamos, una vida normal.

Escrita y dirigida por Claudio Tocachir, esta versión del texto traducido al catalán por Jordi Galceran, nos presenta a unos personajes complejos al mismo tiempo que sencillos y claros desde el principio.

La familia va sobreviviendo como puede, pero todo se tambalea cuando la abuela, pilar de la casa, se pone mala. A partir de este momento, los personajes dejan ver claramente sus personalidades, sus virtudes y sus defectos.

El trabajo con los actores se ve en cada movimiento de los intérpretes. Un trabajo intenso y profundo que se puede comprobar en cada pequeña interacción. Sergi Torrecilla y Francesca Piñón son los auténticos artífices del éxito de esta dramedia, de estos personajes en el abismo entre la locura y la supervivencia. Entre la tristeza y la risa constante nos tiene Torrecilla dando vida a Salvador, personaje que dice todo lo que le pasa por la mente sin preocuparse, mostrando el drama de la familia, pero dándole también un toque de humor a la tragedia. De la misma manera, Piñón da vida a una abuela que ha sabido sobreponerse a la vida que le ha tocado, siendo el hilo de unión entre los diferentes miembros de los Coleman. ¡Vaya abuela más sincera y espabilada!

Vemos las diferencias entre hermanos, las envidias, la fraternidad, las vergüenzas, las ilusiones, las preocupaciones, el amor… todo lo que comporta una auténtica familia.

Entre todo el drama que nos presenta, esta es una historia que hace sonreír y reír al espectador. Que deja buen gusto de boca y una cierta simpatía por los diferentes componentes de los Coleman, por unos más que por otros, eso sí.

Pensé que tenía que ser algo muy especial. Una obra escrita y dirigida por el argentino Claudio Tolcachir. Se estrenó en el año 2005, ha viajado por más de 22 países diferentes adaptándola a los diferentes lugares, lenguas y culturas. Se estrenó en BCN como teatro argentino, fue traducida por Jordi Galceran al catalán y fue representada en 2018, interpretada por actores y actrices de Catalunya y albada por la crítica. Ahora se ha presentado en Temporada Alta de donde yo la he repescado. No pude verla en 2018 y he aprovechado la versión online para poder recrearme. Es realmente algo muy especial.

Hay tantas recomendaciones sobre esta obra que únicamente daré mi impresión subjetiva. Al principio no entendía el porqué de tanto éxito. En un espacio cerrado, lleno de ropa por encima de un tendedero, objetos variados, una bici y más cosas indescriptibles, cinco personajes hablan a la vez, atropelladamente, se interrumpen y no escuchan. No son conversaciones, son pensamientos de la vida cotidiana, son peleas infantiles sin ningún sentido. La superposición de voces impide entender el contenido de las conversaciones inconexas y el movimiento de todos los personajes por el escenario es como el movimiento browniano de las partículas gaseosas en un espacio cerrado. Nadie está en sintonía con nadie. Es una disonancia tan grande que molesta a los oídos y a la vista porque no permite fijar la atención en ninguna conversación en concreto. Estas disonancias familiares podrían ser frecuentes sino las ocultaran las buenas maneras.

Es difícil encontrar en esta familia un mínimo común denominador, se sienten unidos por unos lazos que mantiene la abuela. Son compañeros/as de piso que comparten el mismo material pestilente, el mismo magma viscoso en el que están todos atrapados, todos a punto de caer por la borda de la melancolía y la desesperación. Todos quieren escapar y ninguno tiene el valor para hacerlo.

¿A qué se refiere Tolcachir cuando habla de omisión? ¿Se han olvidado de relacionarse, de hablar, de comunicarse? ¿Estas son las grandes omisiones de la familia Coleman? ¿Se refiere a las carencias familiares que son muchas y que de tan profundas no se pueden ni enumerar?. La única que no acumula rencores y lamentaciones es la abuela, Francesca Piñón que tiene un papel destacable y fue nominada a los premios butaca por mejor actriz de reparto.

Cuando la abuela tiene que ingresar en un hospital, la obra da un vuelco y cada personaje se va definiendo y aparecen pasados inescrutables y presentes obscuros.

Todos los intérpretes merecen una mención especial. Roser Batalla, la madre de los cuatro hijos que vive en una inmadurez permanente y los cuatro hijos Vanessa Segura, Ireneu Tranis, Sergi Torrecilla y Bruna Cusí que hacen lo que puede para sobrevivir. ¡Magnífico trabajo actoral de todas y todos!

Lo admito, soy el hereje a quien el teatro argentino le supera. El griterío, el pisarse el uno al otro, insultos, el griterío, la exageración, la verborrea, el griterío… me saturan.

Quizá por eso he disfrutado tanto con esta adaptación con un tono más pausado pero que nos permite disfrutar de toda la esencia, ironía y profundidad del texto de Claudio Tolcachir que, casi, no suena a traducción sino a obra surgida de nuestra realidad.

El texto consigue aquello tan difícil como perseguido de contener humor, y mucho, sin desvirtuar ni un ápice la dureza o tristeza que sobrevuela esta familia. Ahora bien, sin un reparto en estado de gracia y al servicio del conjunto, difícilmente funcionaría.

Una familia estrambótica en precario equilibrio no sólo para llegar a fin de mes sino para no quedar fuera de la sociedad de la que forman parte a su peculiar manera.

En medio de la familia, la abuela (Cesca Piñón) a quien nada hace perder la clama, cómplice de todos y quien consigue que la bomba a presión no estalle. Con ella, su hija, una estupenda (y van …) Roser Batalla, que no ha terminado de madurar, madre de hijos de diferentes padres: el hijo medio delincuente; su hermana gemela, gran Vanessa Segura, separada del hogar de pequeña y por ello con vida estable al menos económicamente y avergonzada de la familia; la hija pequeña, Bruna Cusí de nuevo fantástica, que en su pequeño cuerpo soporta mucha, demasiada, carga de todos (querrías subir, abrazarla y sacarla de allí); y EL personaje, el otro hijo, impresionante Sergi Torrecilla, donde ciertos problemas de salud mental son más evidentes, pero, oh, sorpresa, es quien siempre la clava en sus reflexiones. Estos personajes, especialmente el de Batalla y Torrecilla, eran candidatos a interpretaciones llenas de tópicos, convertirlos en estrambóticos y objetivo de las risas del público; pues en absoluto, muy contenidos y reales.

En fin, una familia que se pelean, se chantajean, egoístas… que sobrevive, al fin y al cabo. Y ríos y sonríes con ellos y a ratos piensas que qué caraduras y a ratos mueres de vergüenza ajena. Y piensas que, antes de juzgar, deberíamos ser conscientes de cuán difícil es sobrevivir cuando las cartas que te han tocado no eran las marcadas.

La frase: Una familia normal, como todas, con sus cositas …

Ara farà nou anys que vàrem veure "La omisión de la familia Coleman" a l'espai Lliure i ens va fascinar, ens va fer entrar en contacte amb el teatre de Claudio Tolcachir i la manera de fer del teatre argentí de la companyia Timbre 4.

Des d'aleshores hem vist diverses propostes d'en Claudio Tolcachir com "Emilia", "El viento en un violin", o dirigides per ell com "Todos eran mis hijos" i ara hem tingut l'oportunitat de gaudir d'aquesta versió catalana, amb traducció de Jordi Galceran, de L'OMISSIÓ DE LA FAMILIA COLEMAN, dirigida pel mateix Tolcachir.

Una proposta agosarada pel que implicava comparar una obra escrita i pensada en argentí i per al teatre argentí, i transformar-la en una obra en català on com comenta Jordi Galceran "Els Coleman catalans, conservant els detalls particulars que tenia el discurs d'alguns personatges, parlen un català normal, sense artificis”.

Un text que es va estrenar l'any 2005 i ha estat representat en 22 països diferents. Un text que ens parla de la desesperació i l'individualisme, d'una família al límit de la dissolució, d'una convivència impossible. Els personatges que formen aquesta insòlita família van apareixent a escena i a través de l'absurd i l'humor negre ens deixen entreveure el drama d'unes relacions marcades per la falta de comunicació i la manca d'empatia.

Un pare absent, Memé, la mare infantilitzada (Roser Batalla), quatre fills, tres dels quals viuen a la mateixa casa i l'àvia (extraordinària Francesca Piñón), l'únic membre de la família amb una certa autoritat i capaç de mostrar tendresa cap als altres.

Els quatre germans estan encapçalats per en Salvador, amb una memorable interpretació de Sergi Torrecilla, un personatge que aparentment té problemes psíquics, però que és l'única persona capaç de dir el que pensa, com si fos la veu de la consciència familiar. Un personatge distant i sempre seriós que encara dorm amb la seva mare.

Tots estan units per un vincle familiar, però lluiten individualment per mantenir el seu espai, amb greus mancances afectives, mostren la incapacitat per parlar del que els hi passa i fan gala de l'egoisme més punyent. Tots els membres de la família són drogodependents o viuen alcoholitzats als marges de la pobresa.

Bruna Cusí és la filla petita i única treballadora de la família, és la germana bessona de Gabi (Ireneu Tranis) un perdedor que fa del robatori la seva manera de viure, i Verònica (Vanessa Segura) la filla que ha viscut des de petita apartada del nucli familiar i aparenta una estabilitat que no té.

Completen el repartiment el metge (Josep Julien) de l'hospital privat on ingressen l'àvia, amic de Verònica, i el taxista que sempre l'acompanya, en la funció d'avui ha estat interpretat per Biel Duran.

Una posada en escena que s'allunya una mica del ritme frenètic del teatre argentí i s'adapta a la nostra forma de fer teatre. El retrat d'una estranya família on els seus membres, amagats sota personalitats desequilibrades ens presenten situacions quotidianes on l'humor suavitza l'enorme tragèdia que amaguen les seves vides.

Un gran treball coral.

Per veure la ressenya original, només cal clicar en aquest ENLLAÇ

Després de deixar de banda el fet que m’esperava veure una obra al més estil argentí, amb aquell to tan peculiar i característic que tan m’agrada dels teatre argentí, o la curiosa forma que tenen en construir els diàlegs, haig de reconèixer que “L’Omissió de la família Coleman” és una obra extraordinària en molts sentits: text, actuacions, i sobretot pel seu contingut i la seva autenticitat en retratar la nostra societat (gent incapaç d’entendres i ajudar-se els uns als altres). La famíla Coleman és Argentina, Espanya, Mèxic, EEUU, ...., Catalunya. De fet Claudio Tolcachir escriu aquest text just en el moment en que el seu país hi havia “el corralito”, i és del tot aplicable a l’actualitat que estem vivint a Catalunya, pel que fa a l’incapacitat d’entendre’ns fins hi tot entre nosaltres mateixos.

La família Coleman està plena de membres incapaços d’entendres, perquè tot i que no paren de parlar, els hi falta parlar de tot. Tolcachir amb el seu text critica l’individualisme de la nostra societat i la manca d’empatia que hi ha entre els propis membres d’una comunitat, ja sigui a nivell mundial, estatal o local.

Tolcachir retrata la realitat d’uns personatges que pertanyen a una família disfuncional, una família amb moltes coses a solucionar, una família on cap dels seus membres ocupa el seu veritable rol familiar. Tolcachir ens els mostra tal i com són, sense la més mínima intenció de jutjar-los. Són personatges que es relacionen entre sí de manera brusca. Criden i no paren de parlar, però en realitat no es diuen tot el que s’haurien de dir.

El personatge principal d’aquesta família és l’avia (Francesca Piñón), ella és el tronc que subjecte a tots els seus membres, és el punt d’unió i contenció de tota la família. La seva filla, la Meme (Roser Batalla) és una dona immadura, i tot i que te quatre fills, en cap moment la veiem fer el paper de mare. Els seus quatre fills són fruit de dos pares diferents. Per un costat tenim els bessons Gabi (Bruna Cusí) i Damián (Ireneu Tranis), i per l’altre els germans Marito (Sergi Tordecillas) i Verònica (Vanesa Segura). La Gabi és la que ocupa el paper de mare i el Damián és un bala perduda que es busca la vida com pot. Marito és aquell personatge, que de la mateixa manera que Beto “el loco” de l’obra “El loco y la camisa“ de Nelson Valente, sembla el que no hi és tot, però que en realitat és el que diu tot allò que els demés callen. La Verónica es va criar fora de la família, el pare (absent a l’obra) se la va endur amb ell quan era petita. Ella és la mirada externa, de la mateixa manera que ho és l’Hernan interpretat per en Biel Durán.

Tot i que tots els actors s’impliquen al cent per cent interpretant els seus personatges, els que més m’han agradat i he vist aquella essència argentina que tant m’agrada, han estat la Francesca Piñón en el paper de l’avia, i al Sergi Tordecillas en el paper de Marito.

L’escenografia l’he trobat molt encertada, en ella es reflexa l’abandó, el caos i desordre en el que viuen els personatges d’aquesta peculiar família. Una família que intenten sobreviure dins del seu propi món. En ells veiem desesperació, egoisme, individualisme, falta de solidaritat, falta de responsabilitat, incomunicació. L’omissió està en que tots saben el que passa, però ningú fa res.

 

És la primera vegada que “L’omissió de la família Coleman” es presenta en català, i és el propi autor, Claudio Tolcachir, qui la dirigeix. Com a curiositat us diré que va ser estrenada en el menjador de casa seva. Porta més de 13 anys rodant pel món i s’ha estrenat en més de 20 països.

No us la perdeu!!!

El autor y director Claudio Tolcachir es uno de los nombres más representativos, junto a Javier Daulte y Daniel Veronese, de un estilo de teatro argentino que aterrizó hace unos lustros en Barcelona refrescando notablemente el panorama. De repente, el público y la profesión catalana comprobó que existía una manera diferente de hacer las cosas, más natural, ágil y efectiva que no sabíamos ni que existía. Esta nueva versión de L’omissió de la família Coleman llega unos ocho años después de la primera vez que pudimos ver el original en nuestros escenarios. El principal reto de este montaje, por lo tanto, era hacer la traslación a la cultura e idioma locales sin perder su alma o su peculiar idiosincrasia interpretativa. El resultado, a pesar de los posibles prejuicios, demuestra: primero, que Tolcachir es un excelente director que conoce a la perfección su obra y, segundo, que los actores y actrices catalanes son totalmente capaces de hacer esta pieza funcionar (sin necesidad de ser argentinos). El espectáculo parte de un planteamiento sencillo y unos personajes bastante alocados para arrastrarnos, a través del absurdo y el humor negro, hacia un drama doloroso, profundo, áspero y desolador. Todo esto continúa presente en esta nueva puesta en escena y continúa emocionando de una manera muy similar. El problema es que, en conjunto, respira un cierto aire de recreación más que de autenticidad y hay un punto de control que en la versión argentina fluía de una manera más libre. Quizás es una cuestión de injusta comparación con nuestro recuerdo, eso es difícil de saber. De lo que no cabe ninguna duda es de que, para aquellos que no la conozcan, esta obra (ahora, en versión catalana) continúa siendo una cita imprescindible.

Dia d’estrena al Teatre Romea, dilluns ple de gom a gom espectant de veure l’obra de Claudio Tolcachir traduida al català.

La revisió d’aquesta obra que ha estat tot un èxit al món, sembla necessària. Possiblement la traducció de la mateixa treu una mica la part emocionant del teatre argentí, la força dels seus actors i de la seva empemta. Però amb tot, els seus elements tenen un engranatge perfecte i fa que tot funcioni correctament.

L’obra és un remolí d’emocions que ens engoleix des de l’inici de l’obra. Baralles, brega amb moments familiars que ens mantenen alerta en tot moment. Una obra coral on veiem la natularitat (possiblement en català perd la part més punyent que es podria veure en la versió argentina) que ens atrapa des de l’inici.

Com en les diferents obres argentines que he pogut veure (no he tingut la sort de veure tantes com voldria), els diàlegs s’ensopeguen per atrapar l’espectador i podem pasar del somriure, a l’emoció, a la sensació que Claudio sembla voler traslladar-te en aquell moment sense cap mena de problema.

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El impacto que Claudio Tolcachir causó con la peculiar familia Coleman en el 2011 fue similar al que había causado Javier Daulte la década anterior. Una vez más, los argentinos nos volvían a mostrar un teatro hecho desde las entrañas, con pocos medios… pero con mucha verdad. De hecho, Tolcachir destaca especialmente por tocar el corazón de los espectadores, pero no desde un lugar ya conocido sino desde ángulos completamente diferentes y a partir de situaciones inesperadas. Quién conozca alguna familia Coleman (las hay en cualquier país, en cualquier ciudad) entenderá enseguida lo que quiero decir.

En esta versión catalana, que ha traducido Jordi Galceran y que dirige el mismo autor, hay pocos cambios respecto al original. Tenemos de nuevo ante nuestros ojos una familia desestructurada compuesta por una abuela, su hija y cuatro nietos, todos ellos en busca de una huída y de una seguridad que los aleje de aquello que los une y los destruye a la vez. Quizás la única diferencia con la versión argentina que vimos en el Teatro Borràs ya hace años es la forma de afrontar los personajes. Es cierto que la verdad sigue siendo el punto de partida, y también es cierto que todo el reparto escogido -con unos brillantes Sergi Torrecilla, Roser Batalla y Francesca Piñón– está en esta línea, pero el método y el bagaje actoral de nuestros actores es muy diferente. Vemos verdad, sí, sentimos emoción, pero todo está más controlado y en el lugar correcto. Alguien me decía al salir del teatro «aquí incluso se esperan a que el público acabe de reír», y esto los actores argentinos ni se lo plantean. Viven los 105 minutos que dura la obra como si les fuera la vida, como si les pasara realmente a ellos… Quizás estamos pidiendo demasiado, pero es que las comparaciones siempre son odiosas y en este caso -teniendo en cuenta que la versión es casi calcada- son inevitables.

La Omisión de la Familia Coleman es un texto tragicómico del argentino Claudio Tolcachir que tras una traducción de Jordi Galceran vuelve a Barcelona para contar la historia de una disfuncional familia, esta vez catalana.

Los Coleman son un grupo de personajes a la deriva, unidos por un débil vínculo familiar cuyo valor son incapaces de apreciar. Son todo aquello que sucede cuando nos olvidamos del prójimo, cuando cada uno lucha por su propia supervivencia y la empatía desaparece. Es la victoria del individuo por encima de la comunidad, la victoria del caos por encima del orden.

Los distintos personajes de la familia y sus excéntricas personalidades dotan a la obra de un gran componente cómico que sin duda es uno de sus principales atractivos. Destacaría los personajes de Sergi Torrecilla y Vanessa Segura, dos polos opuestos magistralmente interpretados que hacen avanzar la trama y cautivan al espectador.

El frenesí de esta locura familiar se contagia a toda la obra, dándole un ritmo acelerado que a pesar de contar con algunos momentos de decaimiento y una escenografía que no termina de convencer, conduce al espectador a un viaje de carcajadas agridulces hasta el trágico final.

Y es que a pesar del planteamiento cómico, esta obra es un arma de doble filo. Los espectadores que sólo esperen carcajadas se enfrentarán a un crudo relato sobre el individualismo y la desesperación humana, con un final tan bello como triste.

La família Coleman té ressonàncies d'altres famílies excèntriques de la ficció americana clàssica: la família Sycamore de You can take it with you (Frank Capra, 1938) o la família Lord de Philadelphia Story (George Cukor, 1940). Els Coleman, però, es mouen en territoris molt més ombrívols, gens amables, que sovint esdevenen arenes movedisses per als personatges, per als actors i també per al públic.

El text de Tolcachir exigeix precisió a l'hora de ser dit. El ritme ho és gairebé tot a L'omissió..., i no pel què fa a la velocitat, sinó per encertar el moment d'entrar i, a la vegada, reaccionar a l'actitud dels altres personatges. En aquest sentit destaquen Sergi Torrecilla i Roser Batalla, amb un enorme sentit del compàs i d'imbuir de l'emoció justa cadascuna de les seves rèpliques.

La força del muntatge recau en allò que s'omet, és clar, el que gravita a la casa dels Coleman i que no cal explicar. Potser en les pauses i els silencis hi podem entreveure raons antigues que donin llum al perquè de cada personatge.