Siempre se dice que Florence Foster Jenkins era una excéntrica cantante norteamericana que estuvo más de 30 años dando recitales de ópera en Nueva York, primero en clubes y sesiones privadas en el hotel Ritz-Carlton y finalmente en el grandioso Carnegie Hall. Pero quizás no se pone suficientemente énfasis en que era una multimillonaria capaz de costear sus caprichos -entre los que se encuentran las grabaciones de varios discos- y comprar las voluntades de los que la siguieron en su estrambótica e imparable carrera. Y es que Foster Jenkins no sabía cantar, ni tampoco tenía oído para intentar hacerlo mejor ni aprender lo más mínimo… Aun así, los que lo rodeaban le reían las gracias y la alentaban a continuar, […]
Carles Armengol Gili
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