T de teatre: La dona fantasma

Un pròleg, quatre monòlegs, un epíleg i una escena final conformen l’estructura de La dona fantasma, el nou espectacle de la companyia T de Teatre, que en aquesta ocasió ha estat escrit i dirigit el dramaturg argentí Mariano Tenconi Blanco. Som als anys setanta, i quatre mestres d’escola expliquen un episodi vital que les vincula a cadascuna amb un fantasma: una amant argentina, una mare morta, una companya sentimental i una actriu afusellada.

La música en directe, a càrrec de Joan Palet (violoncel) i Rafel Plana (piano), crea un ambient acollidor i discret que acompanya les actrius en tot moment i dona unitat al conjunt de l’obra. En aquest ordre,  Marta Pérez capta l’atenció i l’empatia del públic interrogant-se sobre què és la vida, Mamen Duch arriba al cor de l’espectador amb la descripció del vincle maternofilial, Àgata Roca es llueix amb un joc lingüístic molt ben treballat i aconseguit i Carme Pla arrenca rialles còmplices en els moments més expressius.

Una ideal escenografia de fusta, moderna i austera alhora, serveix de fons per a les projeccions i permet un cert moviment a les intèrprets. Només se’n prescindeix a l’escena coral de clausura, que es desvia notablement de la línia dels monòlegs —no tots quatre amb la mateixa força dramàtica, per cert— però queda compensada per la interacció entre les actrius, que clouen el muntatge amb la signatura T de Teatre.

El primer que hem de tenir en compte a l’anar a veure l’últim muntatge de les T de Teatre és que ens enfrontarem a una obra més conceptual que argumental. A l’igual que amb aquell Premis i càstigs de l’any 2015, la companyia s’arrisca a fer un teatre que no segueix les premisses més comercials i que busseja en conceptes com el teatre, la mort o l’educació. És cert que es parteix d’un lloc comú –un col·legi de nenes als anys setanta- i que els personatges tenen un lligam entre si, però l’estructura està pensada com a petits monòlegs individuals per acabar, finalment, en una mena d’exercici d’espiritisme que proporciona un final bellíssim... És una estructura que pot provocar certa estranyesa, tot s’ha de dir, i fins i tot pot semblar descompensada i un pèl capriciosa, però tal com dèiem abans si deixem de buscar-hi una lògica argumental acabarem trobant el que tots cerquem... el teatre.

Una altra de les coses que més s’ha comentat és que la companyia tornava als seus orígens, quan feien espectacles que contenien petites històries individuals sota un paraigües comú (Petits contes misògins, Homes, Criatures). Penso que hi pot haver alguna cosa de tot això, però també crec que aquests són uns monòlegs més madurs, més matisats i amb molt més pes del que pugui semblar a simple vista. També hi ha una maduresa interpretativa molt més gran per part de les quatre actrius, que ens ofereixen quatre petits recitals de gran qualitat. El primer, que ve de la ma de Marta Pérez, ens remet d’alguna manera a La veu humana, de Cocteau, i és potser el més visceral i emocional de tots. Després ve Mamen Duch amb una reflexió –entre nostàlgica, divertida i escatològica- sobre l’amor materno-filial. I ja per últim, tenim el monòleg quasi epistolar d’Àgata Roca sobre la llibertat d’estimar, i el fantasmagòric i al·lucinat de Carme Pla en un fragment que enllaça amb l’escena final...

I com a embolcall de tot això, un acompanyament delicat i en directe dels músics Joan Palet i Rafel Plana, i una interessant i arquitectònica escenografia d’Alejandro Andújar. De fet, l’escala que ha construït dona molt de joc i llueix com un calidoscopi quan s’il·lumina o s’hi projecten imatges. Només caldria dir que des de la dreta de platea hi ha coses que es perden i que queden ocultes per un tema d’angle. És un petit aspecte que potser hauria calgut tenir en compte.

Los malabarismos de T de Teatre son de mérito. Tras una trayectoria de treinta años sobre los escenarios, siguen dando gasolina a su habitual inquietud exploratoria y se mueven de una zona de confort llena de tópicos que, como tales, son injustos y que alimentan la etiqueta (que también vende entradas, y que lleva seguro mucha de su audiencia actual) de compañía de comedia y de risas. La dona fantasma, el texto del argentino Mariano Tenconi Blanco, que también dirige el montaje, no es fácil. Transita por el delicado fondo psicológico de las personas, y nos muestra su parte oculta, los espíritus que habitan, los sueños, los deseos y los anhelos, las frustraciones, la moral, la rabia y el desencanto. Se estructura en cuatro monólogos con un nexo común: la mochila personal de cuatro maestros a finales de los años setenta. Las transiciones explican este vínculo, que finalmente se evidencia en una escena final grupal y pretendidamente ágil, más cercana al estilo de la compañía. Dos músicos aportan el tono y la melodía que sitúa al espectador en cada escena, acompañan con sus efectos intensifican algunos momentos e incluso interactúan con las actrices de forma esporádica.

La reflexión sobre la esencia del teatro y su papel en la sociedad es frecuente. El valor de la ficción por dar vida a realidades desconocidas, el teatro como reflejo de la vida, como catalizador de recuerdos. El teatro, nacido como hecho casi religioso para transmitir mensajes y lograr la catarsis colectiva como sustrato del pensamiento imperante, fuese cual fuese. El teatro, con el tiempo y en contraste, como elemento liberador, como expresión de deseos y inquietudes, como espejo de la naturaleza humana. El teatro, como obra, completa.

El reto es grande, y Mamen Duch, Àgata Roca (muy especialmente), Marta Pérez y Carme Pla aportan su talento. Sin embargo, el texto por su complejidad se aleja un poco de su habitual registro (excepto, como se ha insinuado, en el caso de la escena en la que Iris, Àgata Roca, se enamora de la profesora de gimnasia), el salto es algo excesivo y el montaje, especialmente por el ritmo, se resiente. Se pierde una pequeña parte, pero importante, de la fortaleza de T de Teatre porque no es quizás el texto que más la potenciaría. Y es tal, el don de esta compañía, que por menor que sea la pérdida, ésta se convierte en cuantiosa. La última escena, que debería ser la clave de bóveda, el encaje de las piezas entre fantasmas que luchan por conseguir el eterno descanso, resulta poco trascendente, larga y desatada. Pero T de Teatre siempre sale adelante, justamente porque la obra habla de teatro, porque ellas son teatro en esencia y saben transmitirlo y porque, al terminar, a pesar de la seguridad casi absoluta de que el texto no ha alcanzado en la audiencia el nivel de penetración que pretendía, la gente alaba el espectáculo y sus actrices. Porque T de Teatre es muy grande.

T de Teatre vuelve a reunirse y deciden hacerlo con un drástico giro a lo que nos tenían acostumbrados. Esta vez no se presentan con el habitual formato de comedia de situación que tanto las caracteriza, sino que se atreven con su propuesta más experimental a partir de un texto encargado al dramaturgo argentino Mariano Tenconi Blanco.

En el prólogo inicial una voz en off lanza varias reflexiones metateatrales. ¿Para qué sirve el teatro? ¿Para educar? Parece que no hay respuesta concreta a estas preguntas, aunque el autor lanza una interesante afirmación: sólo las cosas inútiles son imprescindibles para el alma. Finalmente, nos pide que dejemos de hacernos preguntas y nos involucremos en un gran ejercicio de fe. La obra arranca y su funcionamiento dependerá en gran parte de nuestra voluntad de creer, el que avisa no es traidor.

Cada actriz encarna a una profesora que nos explica su historia en una sucesión de cuatro monólogos temáticamente vinculados, quizás demasiado vinculados, dado que la estructura de la obra ya resulta repetitiva de por sí. Los excelentes acompañamientos musicales en directo ayudan a construir la atmósfera de estas historias narradas por una única voz y representadas sin la ayuda de ningún objeto, es decir, mimando todas las acciones. Para ver esta obra hay que creer en el teatro, ya nos habían advertido.

Las interpretaciones son tan excelentes como cabía esperar, aunque Carme Pla destaca con su cautivadora aparición final. Además, es inevitable echar de menos la interacción entre las cuatro intérpretes a lo largo de toda la obra, ya que hay que esperar al epílogo final para recordar la química que comparten las cuatro en escena. La espera merece la pena, porque la química, efectivamente, sigue intacta, aunque este formato de obra no parece que sea la que mejor les sienta.

Todo el mundo tiene una fijación por alguien en algún momento de su vida. Personas que marcan un momento concreto o que, simplemente, pasaban por allí, y formaron parte de este inciso vital sin casi ni darse cuenta. La importancia y el eco que tienen depende del papel que se les otorga y la necesidad emocional de aquel preciso instante.

Cuatro maestras de finales de los años setenta suben al escenario para narrar un episodio que les acaba de marcar profundamente: desengaño amoroso, muerte de un familiar, amor imposible y salud mental inestable. En medio de todo este batiburrillo de sentimientos y emociones a flor de piel aparecerá un ser que les hará mirar más allá.

Una música exquisita enlaza perfectamente esta obra divertida que tiene su pilar en cuatro actrices magníficas. La química que desprenden las intérpretes, sobre todo en las escenas conjuntas, se traspasa al patio de butacas desde el inicio.

En un escenario minimalista y a veces desconcertante, van paseando las protagonistas mientras narran su episodio de lucha interior. Utilizando las escaleras y los diferentes módulos que se encuentran relatan con palabras y movimientos sus vivencias y emociones. Aunque el espacio es muy funcional para el prólogo y epílogo de la obra -con una voz en off que contextualiza- con proyecciones audiovisuales, para el resto de la producción queda un poco cojo y demasiado sobrio.

El texto de Mariano Tenconi ofrece una diversión contenida, con un inicio que cuesta de conectar y entender qué está pasando encima del escenario, pero con una narración que va ganándose a la espectadora a medida que van pasando los actos de la obra. El relato es un poco confuso y, aunque al final conjugan las cuatro historias paralelas, cuesta de encajarlas durante todo el espectáculo. La reflexión entorno al teatro y su utilidad para exponer la vida real queda un poco cogido con pinzas y tampoco acaba de cuajar bien con la historia.

Mamen Duch, Marta Pérez, Carme Pla y Àgata Roca son la atracción principal de esta producción. Con una interpretación sublime y detallada, atrapan al público y lo provocan, le ayudan a introducirse más en la historia y a quedarse hasta el final. Se puede palpar en el ambiente la harmonía y sincronía cuando interactúan encima del escenario, fruto de mucho trabajo y también de un conocimiento de muchos años que enriquece el montaje exponencialmente.

Una muy buena oportunidad para ver en directo a las actrices de T de teatre y disfrutar de su arte.

La Dona fantasma, la nova proposta de la companyia de T de Teatre, semblava ben engrescadora: un homenatge a quatre mestres i una reflexió entorn de les possibilitats de la ficció i del teatre. Motius suficients per enfilar cap a platea.

No obstant, l’obra ha acabat resultant una amalgama d’escenes on les frontisses no acaben d’encaixar. Per un costat, els tres primers monòlegs d’aquestes mestres semblen voler dignificar la vida que sovint s’ha considerat petita però que de petita no té res: les anècdotes d’escola, els desenganys i la misèria de la cura dels progenitors. Llàstima però, que s’acaben reduint a monòlegs insubstancials i fins i tot vulgars que no duen com aquell qui diu enlloc.

L’embranzida i l’emoció arriba amb el quart monòleg quan ens trobem amb la història de la “Dona fantasma”. Aquí comença l’homenatge al teatre amb un joc de teatre i metatreatre. Un homenatge honest, dolç i ben escenificat que donarà un cert sentit, encara que sigui ja tard, als monòlegs anteriors; un llaç ben bonic per un montage que no ho és tant.

L’obra tenia bons ingredients per poder aconseguir l’èxit: instrumentistes en viu, quatre actius rodades –deixeu-me destacar el paper d’Àgata Roca–, una escenografia ben dissenyada i el propi segell de T de teatre; no obstant, el text que tan bé ha dirigit el propi autor, Mariano Tenconi, no ha acabat de quallar.  Segur que sí ho farà, però, a la propera proposta.