Por Christian Machío / @ChristianMachio
Ya mucho antes del concepto «emprendeduría» siempre oía decir que, en aquella calle donde veas un par de zapaterías, el mejor negocio es abrir una tercera. Algo similar ocurre en el mundo de las artes escénicas y más particularmente en el del teatro musical. Un éxito lleva a otro éxito y una nueva oportunidad de negocio. Que dos propuestas musicales tan dispares como La Jaula de las Locas o Maremar sean ya dos de los fenómenos de esta temporada es una excelente noticia. Que propuestas como Carrie o las veladas musicales del Onyric agoten entradas garantiza que el teatro musical mantenga su lugar en nuestros escenarios.
Un lugar que irá variando, unas temporadas más grande y otras más pequeño, pero siempre constante, reconocido y, lo que es más importante, un espacio -el del musical- que los creadores contemplen como una opción más a la hora de explicar nuevas historias y transmitir emociones. Sólo así los recelosos productores confiarán que en Barcelona hay suficiente público como para hacer rentables más de un par de títulos musicales cada temporada. Y, de verdad, no es necesario que cada dos por tres estemos comparándonos con Broadway. No sólo porque las dinámicas del mundo del espectáculo no admiten comparación, ninguna, sino porque resulta del todo innecesario. Broadway es Broadway y Barcelona es Barcelona. Punto.
A todo esto, seguro que habéis oído (y oiréis) la cantinela de que, si quieres ver musicales de alto copete, lo mejor es visitar Madrid porque allí es donde de un tiempo hasta hoy los musicales realmente se han consolidado. Esto es una de esas verdades a medias porque, si bien es cierto que el turismo ha jugado a favor (gracias a una eficaz campaña de marketing y saltando demás factores lingüísticos y hábitos culturales), no deja de ser también cierto que la mayoría de grandes y medianas productoras de aquí y de allí, muchas de ellas de nueva creación- no conciben levantar un nuevo musical sin planificar previamente una gira que incluya, además de Madrid, también Barcelona. La familia Addams, producida por Lets Go y estrenada la temporada pasada en Madrid, ha contado con una larga estancia en Barcelona. Es el mismo equipo que, empujados por los buenos resultados, la próxima temporada llevará también a nuestra cartelera El jovencito Frankenstein que ahora se ha estrenado en Madrid.
Y un puente aéreo a la inversa es lo que hará el equipo de la recién aparecida productora Nostromo Live que, tras triunfar en el Tívoli con La Jaula de las Locas, la próxima temporada llevará a Madrid el musical liderado por Àngel Llàcer mientras aquí apostará de nuevo por el gran formato con una nueva producción de La tienda de los horrores con estreno previsto en otoño (previo paso por el Festival Grec). Es este ir y venir de producciones entre las dos principales plazas lo que garantiza la buena salud del teatro musical de gran formato que, no nos engañemos, siempre permite redondear al alza el balance final de las cifras totales de nuestros escenarios, en parte gracias a los grandes aforos y también a sus recaudaciones de taquilla, por fuerza más elevadas que el resto de propuestas de texto.
Es el teatro musical comercial de gran formato el encargado también de llevar nuevo público a nuestras plateas, espectadores que una o dos veces por temporada saben que valdrá la pena ir en familia o con amigos con el noble propósito de pasar un buen rato ya sea a través de una catarsis nostálgica colectiva como la que propone Flashdance (Teatro Tívoli) o mediante los éxitos de Michael Jackson recogidos ahora los espectáculos Forever King of Pop (Teatro Cooliseum) y Michael ‘s Legacy (Barts).
Que de entre todas las propuestas de teatro musical haya alguna que no acabe de funcionar o conectar con el público parece algo inevitable. Desgraciadamente así es el negocio del espectáculo, también en el teatro de texto. Pero es muy diferente tropezar solo que hacerlo rodeado de otros que sí han triunfado, porque esto quiere decir que si lo vuelves a intentar, la oportunidad de éxito todavía está. Quizás con otro título u otra creación, pero que el público catalán tiene ganas de ir al teatro a descubrir historias y personajes a través de la música ha quedado demostrado esta temporada con títulos como Maremar, la última nueva creación de Dagoll Dagom que ha llenado noche tras noche el Teatro Poliorama y que durante los próximos meses realiza una extensa gira por todo el territorio. Atentos que hay poblaciones donde ya ha agotado entradas!
Maremar combina de manera muy hábil el lenguaje del musical, de la danza y del teatro de texto (al fin y al cabo estamos ante una obra de Shakespeare), lo que permite que el público de cada disciplina, tradicionalmente compartimentado, se atrévase a descubrir otros lenguajes. Dicho de otro modo: Madremar es aquel espectáculo que satisface a los teatreros que afirman que el teatro musical no hace para ellos. Y todos conocemos de estos. Permitidme la «perogrullada», pero una amplia oferta de musicales en la cartelera facilita más variedad y, en consecuencia, el género del musical se descubre a nuevos públicos. Y, de paso, rompe un montón de tópicos, que buena falta hace.
Es este precisamente uno de los objetivos de proyectos como el Onyric, que nace de la indiscutible pasión por el teatro musical de Daniel Inglés al frente de un equipo que nos muestra otra cara del género ya sea en formato escenificado oa través de conciertos con nombres como Geronimo Rauch, David Ordinas, Pablo Puyol o el tándem Elena Gadel y Andreu Gallén que presentará próximamente nuevo trabajo juntos.
Lo cierto es que el escenario del Onyric es hoy por hoy la conexión más directa con Broadway y el West End, mecas -y cuna del género- que nos ha brindado propuestas tan interesantes como Fun Home y que ahora recuperará todo un clásico contemporáneo del musical como es Rent, título que viene con un Pullitzer bajo el brazo y que va más allá de un puñado de buenas canciones roqueras y una mera traslación de La bohème de Puccini al Nueva York de los noventa. El SIDA, las drogas, la homosexualidad o el desarraigo familiar de una generación tirada al vacío ante un cambio de milenio.
No deja de tener cierta gracia que los bohemios neoyorquinos de Rent tengan como vecinos, en el Teatro Victoria, los estudiantes de Spring Awaking, la versión musical de la obra de teatro El Despertar de la Primavera, también con una banda sonora impregnada de pop-rock y con unos jóvenes igualmente dispuestos a romper con los tabúes de una sociedad que los ahoga, tanto en el entorno familiar como en el educativo. Esta será la tercera temporada de un musical impulsado por una joven productora, Origen Produccions, formada por un equipo que conoce perfectamente el material que tiene entre manos y que ha hecho gala de una gran habilidad para servirnos un espectáculo que hace unos años resultó arriesgado incluso a la cartelera de Nueva York y de Londres.
Uno de los motivos para que Broadway sigue vivo, con un modelo de negocio creciente y nada obsoleto, es que el público joven ha encontrado su lugar en la cartelera comercial de gran formato gracias a nuevas creaciones que les hablan con su propio lenguaje. Allí el teatro musical muela y no sólo gusta a los cuatro «freaks» del instituto. Es más, a la función de fin de curso de la escuela -normalmente el equipo docente elige un musical, por supuesto, es su cultura- la motivación es máxima para conseguir hacer una versión amateur de Dear Evan Hansen, Mean Girls o Waitress jugando a imitar la producción original en todos los aspectos.
En nuestro sólo hay que ver casos recientes como Carrie o el próximo retorno al Maldà de Todo lo que no nos dijimos para darnos cuenta de que las butacas están llenas de hombres y mujeres de una edad bastante por debajo a la de nuestro espectador habitual de teatro. Es público perdido entre el teatro familiar y el teatro para adultos, aquel público que por sí solo y por su poder adquisitivo es aún incapaz de hacer rentable una producción de gran formato -como sí ocurre en Broadway, ailàs- pero mantiene vivas estas propuestas musicales en espacios más reducidos donde, sin la presión de recuperar millones de euros invertidos, nuestros creadores comparten lenguaje e inquietudes escénicas con unos espectadores que reclaman emociones en vivo.
En este sentido espacios pequeños como el Teatro Gaudí o el Almería Teatre revisando títulos como Flor de nit o Poe, poco a poco y sin hacer mucho ruido, han sabido hacerse un lugar como en casa del teatro musical de pequeño formato conectando también con este público adolescente. Por ejemplo, el equipo que encabeza Ferran Guiu nos ha permitido ver títulos contemporáneos del circuito alternativo de Nueva York y Londres, y no es poco. Programar con un presupuesto reducido te obliga a acertar a la primera y sin contar con la suerte del principiante. Encadenar uno tras otro producciones como Ordinary Days, Tick, Tick … Boom !, Tell me on a Sunday y, recientemente, Carrie, nos demuestra no sólo un gusto exquisito en la elección de títulos, sino el propósito de hacer descubrir , de contagiar entusiasmo y de abrir puertas para acompañar al público en la experiencia que es adentrarse en el teatro musical.
Ahora estaremos atentos a Bed and Breakfast, un musical de nueva creación que llega al Teatro Gaudí donde a través de las canciones de Els Amics de les Arts veremos el día a día en las relaciones de tres jóvenes parejas a una gran ciudad, en un entorno social fuerza cotidiano que conecta con el universo de las letras del grupo barcelonés. Y atención quienes desee vivir un musical tal y como se ve en Broadway, es decir, en inglés, para que el Almería Teatre y la gente de Jocular Theatre nos presentan [Tittle of the Show] en «versión original», un musical en clave de comedia que parodia el proceso creativo … de un musical. Lo cierto es que en el off Broadway tuvo un éxito notorio logrando la nominación al Tony a mejor libreto y sin duda es un título -sin título- a tener en cuenta.
Son estos pequeños rincones de la cartelera, como el ciclo #MondayMonday del Teatro Eolia, los que nos permiten ir acompañados de uno de esos amigos escépticos que decíamos. Sobre todo porque al salir el placer es doble: el de haber visto un espectáculo creado con una pasión única y, por supuesto, sentir a tu amigo decir aquello de: «Pues no soy de musicales pero este me ha gustado».