El Eje presenta la obra de Marta Aran La segona Eva.

Sinopsis

Eva, una escritora de redes sociales, va a un monasterio para hacer un retiro espiritual y tomar una de­cisió en relación con su pareja. Allá, en medio de la nada, tendrá una serie de sucesos turbulentos con uno de los religiosos. Cuando llega a Barcelona, decide denunciar estos incidentes mediante una publicación a Internet. Este pequeño hecho en las redes, llevará por parte de la orden religiosa, a todo tipo de negociaciones, presiones y conflictos, para conseguir sacar esta publicación y así, acallar el testigo de la víctima. La protagonista buscará apoyo en su ámbito familiar, pero no se sentirá tan comprendida como ella se esperaba.

NOTAS DE La AUTORA

Como se puede explicar el miedo a quien no lo ha vivido nunca? Cierto tiempo de mi vida viví de cerca tres situaciones de maltrato psicológico, y casualmente, las tres víctimas habían sido mujeres.

Una, había ido a hacer un retiro espiritual y experimentó una situación incómoda y machista por parte de uno de los religiosos. Otra mujer, había sufrido acoso y espionaje telefónico durante meses por parte de un íntimo amigo suyo y otra, había sufrido maltrato psicológico por parte de la pareja. En ningún caso, las víctimas tuvieron consecuencias físicas, pero si psicológicas. Y no tenían pruebas, era su palabra contra la del agresor.

Las tres historias tenían ciertos puntos en común cuando decidieron denunciar su experiencia. Las tres vivieron unas características muy similares en sus procesos de denuncia. Cuestionamiento sistemático, banalización de los hechos, acudidos… Esto me hizo reflexionar como la sociedad todavía ahora no sabe gestionar este tipo de maltratos que están a la parte más baja de la pirámide de violencia de género.

En un primer momento, las denunciantes tenían el apoyo y la empatía de sus círculos más íntimos. Pero cuando iba pasando el tiempo, este sentimiento se iba desdibujando y aparecieron otros pensamientos y juicios. La gente dudaba de su historia, de la percepción que había tenido la víctima de la realidad y en muchas situaciones, estas denuncias fueron motivo de burla y fueron tildadas de haber sido demasiada “sensibles o exageradas”.

Aun así, las tres tuvieron que explicarse numerosas veces ante diferentes personas, dar detalles de qué había pasado y de qué manera, justificar su comportamiento ante la agresión y razonar porque sintieron miedo y enojo ante aquellas situaciones. También vivieron el juicio de la sociedad que no comprendía por qué habían actuado de una forma submissa y no se habían encarado ante el agresor, cuando ellas en sociedad, eran unas mujeres empoderades en muchos aspectos de su vida. Alguna de ellas había denunciado mucho tiempo posterior a la agresión, y esto fue un motivo para combatir y desmerecer su historia.

Por otro lado, este mecanismo funciona del mismo modo en casos más graves y mediáticos, como es el de la Mandada. La víctima es juzgada por su comportamiento después y durante la agresión. Haciendo sentir a la víctima culpable de sus actos y comportamiento hacia una situación tan grave. Preguntas cómo: Por qué permití esta agresión? Tendría que haber ido con más cuenta? Tendría que haber marchado antes? Me tendría que haber impuesto? Habría podido hacer algo para evitarlo? Son preguntas que obsesionan a las víctimas en estas agresiones.

Así que me pasaban por la cabeza diferentes preguntas:
Cuando se considera un acoso o un maltrato digno de denunciar según la sociedad? Solo es bastante importando cuando hay una agresión física que demuestre un peligro existente por la denunciante?

Donde está la línea de las antiguas costumbres y la privación de los derechos legítimos de cada uno?

Tenemos que aceptar las malas praxis del patriarcado solo porque los agresores son gente de otra época o criada en ambientes machistas y retrógradas?

Porque siempre se cuestiona a la víctima y se juzga sistemáticamente? Y en cambio el agresor se lo intenta disculpar?

Somos conscientes del miedo, la autocensura y de la vergüenza que sufren las denunciantes cuando se hacen los juicios sociales de sus experiencias de una forma tan banal?

Se puede explicar el miedo, el peligro a quien realmente no lo ha vivido nunca gracias a sus privilegios?

Marta Aran

Sinopsis

Eva, una escritora de redes sociales, va a un monasterio para hacer un retiro espiritual y tomar una de­cisió en relación con su pareja. Allá, en medio de la nada, tendrá una serie de sucesos turbulentos con uno de los religiosos. Cuando llega a Barcelona, decide denunciar estos incidentes mediante una publicación a Internet. Este pequeño hecho en las redes, llevará por parte de la orden religiosa, a todo tipo de negociaciones, presiones y conflictos, para conseguir sacar esta publicación y así, acallar el testigo de la víctima. La protagonista buscará apoyo en su ámbito familiar, pero no se sentirá tan comprendida como ella se esperaba.

NOTAS DE La AUTORA

Como se puede explicar el miedo a quien no lo ha vivido nunca? Cierto tiempo de mi vida viví de cerca tres situaciones de maltrato psicológico, y casualmente, las tres víctimas habían sido mujeres.

Una, había ido a hacer un retiro espiritual y experimentó una situación incómoda y machista por parte de uno de los religiosos. Otra mujer, había sufrido acoso y espionaje telefónico durante meses por parte de un íntimo amigo suyo y otra, había sufrido maltrato psicológico por parte de la pareja. En ningún caso, las víctimas tuvieron consecuencias físicas, pero si psicológicas. Y no tenían pruebas, era su palabra contra la del agresor.

Las tres historias tenían ciertos puntos en común cuando decidieron denunciar su experiencia. Las tres vivieron unas características muy similares en sus procesos de denuncia. Cuestionamiento sistemático, banalización de los hechos, acudidos… Esto me hizo reflexionar como la sociedad todavía ahora no sabe gestionar este tipo de maltratos que están a la parte más baja de la pirámide de violencia de género.

En un primer momento, las denunciantes tenían el apoyo y la empatía de sus círculos más íntimos. Pero cuando iba pasando el tiempo, este sentimiento se iba desdibujando y aparecieron otros pensamientos y juicios. La gente dudaba de su historia, de la percepción que había tenido la víctima de la realidad y en muchas situaciones, estas denuncias fueron motivo de burla y fueron tildadas de haber sido demasiada “sensibles o exageradas”.

Aun así, las tres tuvieron que explicarse numerosas veces ante diferentes personas, dar detalles de qué había pasado y de qué manera, justificar su comportamiento ante la agresión y razonar porque sintieron miedo y enojo ante aquellas situaciones. También vivieron el juicio de la sociedad que no comprendía por qué habían actuado de una forma submissa y no se habían encarado ante el agresor, cuando ellas en sociedad, eran unas mujeres empoderades en muchos aspectos de su vida. Alguna de ellas había denunciado mucho tiempo posterior a la agresión, y esto fue un motivo para combatir y desmerecer su historia.

Por otro lado, este mecanismo funciona del mismo modo en casos más graves y mediáticos, como es el de la Mandada. La víctima es juzgada por su comportamiento después y durante la agresión. Haciendo sentir a la víctima culpable de sus actos y comportamiento hacia una situación tan grave. Preguntas cómo: Por qué permití esta agresión? Tendría que haber ido con más cuenta? Tendría que haber marchado antes? Me tendría que haber impuesto? Habría podido hacer algo para evitarlo? Son preguntas que obsesionan a las víctimas en estas agresiones.

Así que me pasaban por la cabeza diferentes preguntas:
Cuando se considera un acoso o un maltrato digno de denunciar según la sociedad? Solo es bastante importando cuando hay una agresión física que demuestre un peligro existente por la denunciante?

Donde está la línea de las antiguas costumbres y la privación de los derechos legítimos de cada uno?

Tenemos que aceptar las malas praxis del patriarcado solo porque los agresores son gente de otra época o criada en ambientes machistas y retrógradas?

Porque siempre se cuestiona a la víctima y se juzga sistemáticamente? Y en cambio el agresor se lo intenta disculpar?

Somos conscientes del miedo, la autocensura y de la vergüenza que sufren las denunciantes cuando se hacen los juicios sociales de sus experiencias de una forma tan banal?

Se puede explicar el miedo, el peligro a quien realmente no lo ha vivido nunca gracias a sus privilegios?

Marta Aran

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