Es una obra muy sorprendente que podríamos clasificar como Teatro del absurdo pero a su vez es un teatro social, de crítica y denuncia. La vejez no ha sido a menudo tratada en los escenarios. Son personajes colaterales que sirven para hablar de la gente que los rodea, que los cuida o los sufre. La vejez es muchas veces soledad, pobreza, desolación y discriminación (edadismo). Por eso felicitamos a Aina Minguell y Aitana Ropero, las dos intérpretes, las autoras del texto, las directoras y las responsables de la escenografía, el movimiento y la dramaturgia. Un trabajo increíble y bien resuelto. Dos mujeres mayores que han sido desahuciadas dos veces viven en cubos de basura rodeadas de mierda y acompañadas de […]
Roser Garcia Guasch
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