A mi entender, es sumamente pretensioso querer versionar o adaptar un clásico. Y poco modesto, si me lo dejan decir: al fin y al cabo, es tanto como creer que uno puede mejorar una obra que ha logrado sobrevivir al barrido de la historia. Sin embargo, no es el caso del Bufón del Rey Lear donde Felipe Cabezas –creador, director e intérprete del espectáculo- recoge el eco Shakesperiano simplemente para poner contexto de traición y de estrategia política y no para aprovecharse del buen nombre de un clásico para llenar platea. A partir de aquí, y a través de sus dotes polifacéticos, el autor logra hacerse suya la obra, poniéndole un toque de contemporaneidad -con una pizca de populismo, eso sí- mientas nos muestra, sin dramas ni aspavientos –de hecho, nada más conmovedor que un bufón entristecido- la podredumbre que atraviesa el gremio de actores y allegados. El Bufón del Rey Lear es un monólogo de lo más concurrido; una actuación soberbia en un escenario sobrio; una completa historia de 75 minutos que recoge la quintaescencia de la interminable obra original. Y es que ya lo saben: lo bueno si es breve, dos veces bueno.
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