Lo que en la actualidad sería la crisis de quien, tras seguir el mandato social profesión-casa-matrimonio, no alcanza la felicidad prometida y se arroja a cualquier ensoñación de hierba más verde, vendría a ser el arrebato pasional de una mujer del siglo pasado, que proyecta toda su dicha en un joven gañan por el que derrocharía su vida y su patrimonio. Este es el hilo que sigue 24 hores de la vda d’una dona, un argumento hoy en día tan carrinclón que, por mucho que esté aderezado con música y lirismo, puede que resulte difícil de atravesar el espectador. Pero por supuesto, el maestro Stefan Zweig (autor de la obra adaptada) no iba a trazar un argumento ñoño por el mero hecho de contarlo sino para trascenderlo. “Es preferible comprender que juzgar” nos dice un protagonista. Sin duda. Una comprensión que nos llega a través de un final sobrio y cuidado, el verdadero clímax de la obra, donde vemos el poco libre albedrío que tenemos al ser flechados por un espejismo de felicidad. Una comprensión con la que Zweig apela al propio perdón, ligera el peso del pasado, y que escala una pueril historia rosa a una obra de liberación mental.
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