Tres en escena. Ángela, Felipe y el silencio. Y entre los tres, un juego escénico casi hipnótico. Estás mirando, como espectador, los ojos del intérprete como si esperaras de él o de ella el siguiente movimiento. Sigues el diálogo y hay una pausa, una espera que habla por sí misma, que tiene su peso en todo ello, que se necesita para entender la psicología de los personajes, que dice tanto como el mismo diálogo. Una partida de ajedrez muy bien jugada, con alternancias de fuerzas bien compensadas. La dirección y la interpretación de un argumento casi esquemático en apariencia como éste convierten la obra en una experiencia teatral magnífica. Es estimulante seguir los ojos de Ángela cuando su cabeza funciona; […]
Jordi Bosch Argelich
61 Recomendaciones