Cuando Agamenón, castigado por Ártemis por chuleta, se vio obligado a sacrificar a Ifigenia, su hija, para poder reanudar el camino de Troya con sus barcos, priorizó su ansia de poder y, al mismo tiempo, su amor por Grecia ante el amor por la joven. Clitemnestra, madre de Ifigenia, enloquecido. El deseo de muerte, el desazón por la venganza y el sentimiento de desesperanza se convirtieron en protagonistas. Ártemis, sin embargo, utilizó el sacrificio como castigo sólo por Agamenomo, sustituyendo la muerte de la joven por la de un ciervo y transportándola a Crimea, donde tenía la función de sacrificar a los extranjeros que, víctimas de naufragios, llegaran a sus costas. Orestes, hermano de Ifigenia, llegó a la isla muchos […]
Jordi Bosch Argelich
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