Resulta, de entrada, una agradable noticia comprobar que el mismo equipo que nos trajo una inquietante y maravillosa puesta en escena de Terra Baixa repite para, esta vez, adentrarse en un clásico francés. Desgraciadamente, en esta ocasión, la propuesta está lejos de aquella meticulosa deconstrucción del texto de Guimerà, transformado en monólogo, que la hacía especialmente excepcional. Pero, más allá de expectativas y comparaciones probablemente injustas, lo que Pau Miró nos plantea aquí es un elegante montaje que transita entre la blancor de los vestuarios y la oscuridad emocional de los conflictos de los personajes. Se trata de una tragedia con sentido del humor, cosa que encaja a la perfección con la atmósfera, el tono escogido y el diseño visual […]
Iván F. Mula
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