La predilección de Clàudia Cedó por el género de ciencia-ficción, que ya quedó de manifiesto en la divertida Tortugues: La desacceleració de les partícules, toma en esta obra una dimensión más sutil. En L’home sense veu, la autora y directora nos habla de la soledad y la incomunicación del mundo contemporáneo a través de tres personajes muy diferentes: un astronauta que vive aislado en la luna, una mujer en el paro y un chico que sufre el trastorno del espectro autista. Esta triada sirve para representar la gran frustración que supone la incapacidad de encontrar un lenguaje común entre las personas y la necesidad inherente del ser humano de poder conectar el prójimo. El montaje es muy sugerente y tiene un punto imaginativo tiernamente peculiar. Además, consigue construir una serie de metáforas que transmiten emocionalmente ideas y sentimientos complejos para, después, ilustrar un gran conjunto de realidades universales. Quizás por este motivo, la obra funciona mejor en su dimensión a alegórica que en la vertiente estrictamente narrativa. Su originalidad y una intencionada ambigüedad complican demasiado el arranque del relato que se debate entre la belleza y la confusión. Afortunadamente, a medida que encajan las piezas, toda su poética empieza a hacerse más digerible para, finalmente, dar paso a un valioso mensaje.
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