El reto de homenajear una actriz tan partícular, conocida y querida como Amy Winehouse es mayúsculo. Su voz potente y rota, modulada de una manera tan variable como su carácter, el aspecto magnéticamente frágil, el aura de estrella maldita… ¿Qué Amy eliges, la que salía espléndida y te clavaba en la butaca con una interpretación brillante y técnicamente impecable, o la que te rompía el corazón en mil pedazos cuando balbuceaba cada sílava (de una manera conmovedora, eso sí), borracha como una cuba sobre el escenario? Todas estas variables hacen que a menudo las imitaciones de la malograda diva inglesa se acerquen más a un paródico Tu cara me suena que en un homenaje respetuoso con el artista y su […]