Si tinguéssim més coca et demostraria com t'estimo

Dos amigos algo más que amigos están atrapados en una azotea durante la noche de Sant Joan. No es casualidad que el Tantarantana haya decidido reponer esta interesante propuesta en pleno inicio de verano y semana del orgullo LGTB.

El escenario es la azotea del teatro, literalmente. Esta elección nos ayuda a entrar en la piel de los personajes que mediante su historia nos hablan de amor adolescente y búsqueda de identidad. Una búsqueda que es especialmente conflictiva, por desgracia todavía, cuando tu identidad sexual no se corresponde con la norma.

Después de atracar una gasolinera y huyendo de la policía llegan a esta azotea con un ridículo botín, una bolsa de coca y una botella de whisky. Atrapados en este espacio a medio camino entre lo bucólico y lo underground, repasarán sus historias, deseos y miedos. Entenderemos que por mucha ternura y complicidad que destile su relación, un entorno hostil y represor los condena a vivir atrapados y en constante huida.

A pesar del interesante tratamiento del tema, en algunos momentos cae en ciertos clichés sobre el mundo homosexual que podríamos discutir si realmente favorecen o condenan a dicha comunidad. Sea como sea, siempre es de agradecer que se le dé voz a historias de amor no normativas, especialmente cuando están destinadas a un público que formará la sociedad del futuro. Por ello los aplaudo.

Una terraza la noche de San Juan, dos chicos jóvenes que se esconden de la policía después de robar en una gasolinera. Uno tiene antecedentes y está pendiente de un juicio. El otro es su amigo y, quizás, algo más. Mientras esperan en la terraza, acompañados de botellas de alcohol y una bolsa de coca, empiezan a rememorar cosas que han vivido juntos y otras que no y que los exponen ante el otro.

La terraza del Àtic 22 con la puesta de sol es un marco incomparable para desarrollar esta historia de John O’Donovan bajo la dirección de Alberto Día. No se necesita más para que los dos personajes, aparentemente autosuficientes y endurecidos por todo lo que han vivido, desnuden su alma el uno ante el otro, se muestre su amistad, descubran sus miedos y admitan que se quieren.

Marc Balaguer y Pau Escobar son los protagonistas y su sintonía se nota desde el momento en que pisan la terraza. La conexión que llegan a tener entre los dos, compartiendo confidencias, risas y recuerdos dolorosos va incrementando a medida que los dos personajes van desgranando sus personalidades ante el espectador y, también, ante su igual en el escenario.

Un texto de huida y diversión que acaba siendo una historia romántica agridulce. Los personajes se van deshaciendo de sus capas superficiales para mostrar quién son realmente, sintiéndose vulnerables y reconociendo que se sienten solos.

Se trata de una obra de pequeño formato, sin grandes florituras y con mucho contenido emocional. Una auténtica reflexión no solo de quien se enfrenta al público, sino también de quien se sienta en la butaca a mirarlo y ve en este texto una hora de realidad.

Alberto Díaz nos ha ido mostrando su valía también como director (sublime «Llarg dinar de Nadal», por ejemplo) y lo vuelve a hacer con este premiado texto de John O’Donovan. Tiene el acierto, además, de acercar el texto físicamente (el escenario es una azotea) como a nivel de referentes, incorporando la Noche de San Juan.

Dos chicos jóvenes atrapados en una azotea, huyen de la policía tras un atraco patético mientras sus planes se alejan a cada minuto. Atrapados aún más a la vida. A una ciudad pequeña y cerrada, a familias desestructuradas y a vidas que no son las que querrían llevar. Atrapados también entre ellos en una relación de dependencia afectiva, lejos del fácil amor adolescente que debería estar viviendo.

Uno de ellos sólo querría volver a su vida anterior, en la ciudad, con una abuela que le quería y donde era uno más. Aquí es el «nuevo» y simula una relación heterosexual para no desencajar aún más; atrapado entre el qué dirán y lo que siente. El otro, predelincuente, duro, curtido en mil peleas de afirmación, pero sensible y herido por un primer amor, el del descubrimiento, que reniega de él; atrapado entre su imagen y su sensibilidad. Con toques de humor aquí y allí, también percibimos la amargura que los devora, demasiado jóvenes para verlo todo negro, sin salida y anclados en los recuerdos, como si lo mejor de su vida ya hubiera pasado. Sí, el amor homosexual está muy presente pero con una visión original y realista. Los actores Marc Balaguer y Pau Escobar nos transmiten una relación íntima, dulce por momentos, sus miedos y algún deseo en un espacio abierto, donde deben recordar en todo momento la importancia de la vocalización.

Lo mejor: contra pronóstico, no es una obra más sólo reivindicativa sobre la homosexualidad sino más bien, como me dijo una experta espectadora, sobre las cosas que no nos decimos y cuánto bien nos haría hacerlo. Propuesta muy recomendable, arriesgada, tierna, original, con un ritmo preciso, con silencios delgados como un lago helado, a punto de romperse -marca de la casa-, donde tiene tanta relevancia quien escucha como quien habla (una de mis debilidades) y con interpretaciones solventes.

Lo menos mejor: que haya terminado tan rápido. Debería volver y dar tiempo a que la complicidad entre ellos se convierta en química.

La frase: «Huir es fácil pero para quedarse se necesitan huevos«.

Lo más importante de que cada vez haya más historias con contenido LGTB no es sólo la visibilidad que se da a estas minorías, sino también la posibilidad de mostrar diferentes realidades, perspectivas y vivencias de personas del colectivo, en vez de repetir siempre el mismo patrón. En el caso de Si tinguéssim més coca et demostraria com t’estimo, nos encontramos una propuesta hecha con mucha sensibilidad, respeto y delicadeza, con un cierto espíritu de denuncia pero, sobre todo, un gran amor por sus personajes. El debutante Pau Escobar (que, hasta ahora, sólo había participado en piezas de microteatro y proyectos audiovisuales) y Marc Balaguer forman una peculiar pareja donde la complicidad y la ternura destacan por encima de cualquier otra cosa. El texto del dramaturgo irlandés John O’Donovan resulta muy interesante, especialmente, por su manera de dosificar la información y de poner el foco del conflicto en el contexto social, cultural y afectivo en el que están atrapados los personajes. Su amor es puro e, incluso, ingenuo pero su entorno hostil los conduce inevitablemente hacia la desgracia. La dirección de Alberto Díaz opta por una puesta en escena funcional pero dedicando una especial atención a las pausas, las miradas y los pequeños detalles. Por otro lado, el hecho de ser representada en una azotea real dota el conjunto de una magia especial que, sin embargo, los lleva a la contradicción de oscilar entre un registro teatral y otro más realista que no siempre tienen coherencia interna. En cualquier caso, el espectáculo consigue llegar al corazón del espectador, abrir a varias reflexiones y dejar un aroma que romanticismo urbano algo abrupto pero, indudablemente, que destila autenticidad.

Uno de los grandes aciertos de John O’Donovan, un dramaturgo irlandés de carrera ya consolidada, es poner a una pareja homosexual como protagonista de un tipo de conflicto o de trama que en general vemos representado por heterosexuales. En este caso nos encontramos con dos chicos de familias desestructuradas, uno de los cuales está a un paso de la prisión por peleas y pequeños delitos. Los dos viven en una ciudad pequeña, provinciana, donde no pueden demostrar quién son y tienen que sobrevivir adaptándose en un mundo que les es hostil, y del que no saben como escapar. Su relación, a pesar de que es la base de toda la obra, no es el conflicto principal… El miedo a rebelarse, el resentimiento, el instinto de supervivencia o la frustración por no haber tenido las mismas oportunidades que los otros son algunos de los temas que desfilan por la trama. Una trama, por cierto, que se desarrolla despacio, soltando información en cuenta-gotas y haciendo cambiar la opinión de los espectadores cada cierto tiempo, especialmente hacia el final.

Si la forma de abordar la temática y la estructura teatral de la pieza son un gran acierto, también lo se el hecho de haber utilizado una azotea real para representarla. Los dos personajes llegan a un tejado para esconderse de la policía después de un atraco, y es por eso que la representación al aire libre aporta un realismo que ayuda a la historia y también al espectador, convertido ahora en un testigo muy cercano. Quizás uno de los problemas que afronta este montaje es el de luchar precisamente contra la verosimilitud, puesto que a veces hay convenciones que es difícil saltarse… Por otro lado, los dos actores –Marc Balaguer y Pau Escobar– cruzan en el proyecto y lo defienden muy bien, a pesar de que la falta de experiencia se hace evidente en algunas escenas. Habría que medir mejor la energía y tener cuidado con la vocalización, sobre todo si tenemos en cuenta que estamos en un espacio abierto. Pero, a pesar de las pequeñas carencias, se agradecen propuestas como estas, donde la verdad y la juventud de los intérpretes aporta un aire fresco y muy necesario.

El subministrament de la informació a l'hora d'explicar una història és un dels reptes majors a què s'enfronta un autor, que ha de decidir què vol que sapiguem els espectadors, què vol que sàpiguen els personatges, i quan vol que ho sapiguem els uns i els altres. Un bon subministrament ha de permetre mantenir la tensió entre els personatges que, a la vegada, desencadenarà els fets de l'argument (sigui aquest, més o menys prim).

Un dels grans valors de l'excel·lent Si tinguéssim... és, precisament, l'habilitat amb què l'autor tria els moments en que els dos protagonistes es diuen les coses l'un a l'altre i ens les diuen als espectadors. I és en aquest punt on recau la gran virtut de la direcció d'Alberto Díaz: el joc, mitjançant la brillant direcció d'actors, entre el que sé i jo i tu no. Marc Balaguer i Pau Escobar contenen en la seva interpretació tota la força d'aquell que sap més que l'altre però que alhora és conscient que és a punt de dir-la. La grandesa del muntatge és que aquesta dosificació de la informació obliga el públic a rellegir allò que ha vist fa només uns minuts.

És sobre aquest eix que Díaz construeix una història sobre dos nois que tenen por d'estar sols, de no ser estimats i, sobretot, d'estimar. Al què assistim és a dues maneres diferents d'afrontar la soledat... Els protagonistes viuen al marge, o millor dit, als marges, perquè és el lloc que la societat els ha reservat. Quan s'adonen que, potser, l'amor és l'única escapatòria, tambés s'adonen que no és suficient. Balaguer i Escobar construeixen dues interpretacions matisades plenes de silencis carregats d'intensitat que deixen una estela de gran teatre Paral·lel enllà. Com ha de ser.

Terrats en Cultura, és una iniciativa de Coincidències, associació cultural que impulsa aquest esdeveniment amb uns escenaris fora de l'habitual. Enguany, la seva sisena edició de la qual vam parlar arran de la Gala de presentació que va tenir lloc el passat mes de maig.

Gràcies als amfitrions, gent que cedeix el seu terrat, podem gaudir d'una sèrie d'espectacles d'arts escèniques a l'aire lliure, algunes d'elles amb vistes privilegiades de la ciutat.

Un nou text del dramaturg irlandès John O'Donovan, que establert a Londres, és autor d'una obra extensa que s'ha estrenat a teatres londinencs com The Old Vic, Old Red Lion Theatre, New Diorama, Southwark Playhouse, Theatre503, Arcola Theatre i RADA. Aquest text "If we got some more cocaine, I could show you how I love you" va ser estrenat a l'Old Red Lion Theatre l'agost de 2016 i va obtenir un premi IARA al millor dramaturg.

Aquesta peça, traduïda per Gemma Beltran, té lloc dalt d'un terrat, de manera que l'espectacle, dirigit per Alberto Díaz (director de EL LLARG DINAR DE NADAL), s'adapta extraordinàriament a l'espai escènic.

En Marc Balaguer (Miki) i en Pau Escobar (Rai) arriben esbufegant i amb mascares al terrat de la casa on viu el Rai en una ciutat d'Irlanda. Han atracat una benzinera i el seu boti és de 16 euros, uns kit kat i un parell d'ampolletes de whisky. La policia està a sota de l'edifici i ells decideixen esperar que marxin.

També han agafat un paquet de cocaïna i diners de casa d’en Rai.

Una història d'amor gai explicada amb un diàleg molt viu i amb pinzellades d'humor. Ells s'expliquen un munt d'anècdotes viscudes individualment, que evoquen més personatges i que conformen el seu entorn.

Miki està pendent d'un judici i ha de tenir especial cura perquè no torni a ser detingut cometent qualsevol delicte. Viu amb la seva mare i encara està enamorat d'en Pau, un noi que va conèixer quan tenia 15 anys. Aparentment fort i segur de si mateix, amaga amb cura la seva fragilitat i tendresa.

Rai acaba de fer divuit anys i no vol reconèixer públicament la seva homosexualitat,  mantenint un aparent nuviatge amb la Cati. Viu amb la seva mare i la parella de la mare que no el suporta. Van marxar de casa seva, en un altra ciutat, de nit. Enrere quedava la seva àvia, a la que ell se sent molt lligat i el seu pare.

Parlen mentre fumen i esnifen cocaïna. Les seves pors, les seves inquietuds, el seu futur. No s’atreveixen a reconèixer que s’estimen i cadascú busca una sortida a la seva vida.

Unes interpretacions magnífiques, absolutament versemblants i una posada en escena que ens ha fet sentir part integrant de la conversa de la parella. Ells apareixen a escena grimpant per una paret i veurem un parell d'escenes que ens fa patir per la seva integritat.

Bons efectes especials amb el soroll "espontani" dels petards que aquests dies inunden Barcelona, i els efectes especials del so i la llum blava dels cotxes de policia.

Una proposta que ens ha agradat molt; desitgem que tingui un llarg recorregut.

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