Jordi Bosch interpreta uno de esos papeles capaces de marcar un antes y un después en la trayectoria de un actor. Guillem Clua, uno de los dramaturgos más importantes de Catalunya, vuelve a hacer tándem con el director Josep Maria Mestres para rendir un homenaje con Muerte de un comediante, en el mundo de las artes escénicas y del gran poder de la ficción.
Sinopsis
Adri, un joven cuidador de ancianos, empieza a trabajar en casa de Llorenç Cardona, uno de los actores más respetados y queridos de Cataluña. El primer día, su sobrina Miranda le advierte que para conservar el trabajo deberá seguir un montón de normas que van más allá de sus tareas habituales: en la recta final de su vida, Llorenç parece haber perdido la cabeza y en ocasiones decide comportándose como los personajes que ha interpretado durante su dilatada carrera y obligando a Adri a seguirle la corriente. A lo largo de su convivencia, Llorenç encarna a todo tipo de personajes míticos a medida que va estableciendo una relación cada vez más estrecha con su cuidador, que acabará descubriendo la verdadera razón por la que el viejo actor ha encontrado un refugio en la ficción teatral por huir de una realidad a la que es incapaz de enfrentarse.
Texto de Guillem Clua
Todos los dramaturgos sentimos la tentación de escribir sobre el mundo del teatro en algún momento. Lo han hecho Shakespeare, Pirandello, Mamet, Ayckbourn… y aquí, Calderón, Lorca, Buero Vallejo o Valle Inclán, entre otros muchos. La lista es interminable y es normal que así sea. Los autores estamos destinados a escribir sobre una de las cosas más importantes de nuestra vida.
Muerte de un comediante quiere ser lo que a menudo se define como una carta de amor al teatro, una reflexión sobre el poder único del escenario para hacernos felices y darnos herramientas para comprender el mundo que nos rodea .
Y lo hace a través de la figura de Llorenç Cardona, un actor jubilado que
ha encarnado a todos los personajes que podemos imaginar… pero que todavía tiene pendiente interpretar lo más importante de todos: el de sí mismo.
En el fondo todos somos como Lorenzo. Todos somos comediantes. Nos pasamos la vida interpretando el papel de lo que queremos ser. Nuestra identidad se basa en un guión que hemos escrito para nosotros mismos y que no paramos de recitar en un ensayo constante, con un objetivo iden-
tic a lo que tenía yo cuando escribía esta pieza: disfrutar de la función y salir del Gran Teatro del Mundo con una sonrisa en los labios.
