¿Qué hace de Harold Pinter uno de los dramaturgos más respetados y paradigmáticos del teatro moderno? ¿Qué hay en sus obras que, detrás de una aparente normalidad, el espectador acaba sumergido en atmósferas extrañas pero conocidas, surrealistas pero significativas? Harold Pinter recibió el Premio Nobel en 2005 (tres años antes de morir) por descubrirnos, en sus obras, «el precipicio bajo la irrelevancia cotidiana». Por ser capaz de reproducir sobre un escenario estas situaciones, a menudo habituales en reuniones entre miembros de una misma familia, donde la comunicación es cualquier cosa menos directa; donde los gestos, las palabras, los silencios y los comentarios están cargados de pasado, de todo lo que cada uno sabe del otro, de todas las cuentas pendientes, reproches, envidias […]
Ivan Andrade
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