¿Memoria o ilusión?

Vells temps

Vells temps
09/07/2014

¿Qué hace de Harold Pinter uno de los dramaturgos más respetados y paradigmáticos del teatro moderno? ¿Qué hay en sus obras que, detrás de una aparente normalidad, el espectador acaba sumergido en atmósferas extrañas pero conocidas, surrealistas pero significativas?

Harold Pinter recibió el Premio Nobel en 2005 (tres años antes de morir) por descubrirnos, en sus obras, «el precipicio bajo la irrelevancia cotidiana». Por ser capaz de reproducir sobre un escenario estas situaciones, a menudo habituales en reuniones entre miembros de una misma familia, donde la comunicación es cualquier cosa menos directa; donde los gestos, las palabras, los silencios y los comentarios están cargados de pasado, de todo lo que cada uno sabe del otro, de todas las cuentas pendientes, reproches, envidias y mentiras que, con el paso del tiempo, pueden acabar convirtiéndose en verdades, en memorias diferentes de un mismo hecho.

Otro de los elementos destacables de las dramaturgias Pinter son los detalles; la gran cantidad de detalles, a priori, insignificantes que nunca lo son. Copos de nieve que comienzan cayendo -gráciles, divertidos, poéticos- sobre la ladera de la montaña para transformarse, al cabo de unos minutos, en temibles bolas de nieve que ruedan cuesta abajo con la clara intención de crear conflicto y arrastrar cualquiera que se interponga en su camino.

Vells temps (Viejos tiempos) es una obra que plantea el reencuentro de dos amigas de la infancia en los 20 años, con la presencia del marido de una de ellas como testigo del encuentro. La puesta en escena de Sergi Belbel es buena, destacando, de entre todas las decisiones, la elección del reparto. Un divertido y vehemente Carlos Martínez ejerce de perfecto contrapunto al misterioso y extrañamente bello personaje de Miriam Alamany, así como la conflictiva presencia de Sílvia Bel, los tres precisos y elegantes en sus roles hasta el punto de que, al cabo de pocos minutos, el espectador ya cree que Pinter escribió este texto -40 años atrás- pensando en ellos como intérpretes.

¿Qué hacer de los recuerdos después de 20 años? ¿Envejecen también ellos, deteriorándose? ¿Qué forma toma el óxido en nuestras neuronas? Un poco de bochorno, servido en la Sala Beckett, para cualquier espectador amante de las segundas, terceras y cuartas intenciones.

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