De nuevo nos encontramos ante el reto de hacer de la cotidianidad, de la normalidad… de la mediocridad algo interesante. Esta es la historia de dos mujeres, ni jóvenes ni viejas, ni ricas ni extremadamente pobres. Dos mujeres que trabajan en la cocina de un restaurante preparando el menú del día, cada día de sus anodinas existencias. Su bote de salvación: las vidas ficticias de los personajes de la telenovela de la mañana, en los cuales proyectan las ilusiones de una vida diferente, emocionante, real, que rompa con la rutina asesina y desesperanzada de la que no se atreven a salir.
Esta no es -a opinión de este humilde espectador-, el mejor texto de Marilia Samper. Ofrece un retrato simple y naif (la lectura que se hace desde dirección tampoco añade más interés o profundidad) de dos vidas que se mueven demasiado fácilmente de la esperanza más infantil a la desesperación más amarga, a golpes de vino blanco. Si una de ellas lleva faja o la otra se ha comprado un biquini nuevo no acaban de ser detalles argumentales que seduzcan al espectador, por mucho que nos podamos sentir más o menos cercanos a estos personajes que, de una manera u otra, todos tenemos muy cerca, en algún rincón de nuestras vidas (una madre, una tía, la abuela…).
Lo mejor de la propuesta, el trabajo de las dos actrices que parece que se lo pasan a las mil maravillas en un trabajo natural, cercano y espontáneo que hace que, al final, lo más interesante del espectáculo acaben siendo pequeños juegos anecdóticos que se van sucediendo entre ellas, fruto del alto nivel de presencia y adaptación que consiguen arriba del escenario.
La anodina existencia
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06/06/2014