El compromiso social de Arthur Miller se asoma en muchas de sus obras. El dramaturgo estadounidense muestra en ellas una feroz crítica a la sociedad americana ya sus valores conservadores. Su actitud contraria a la intervención americana en Corea y Vietnam y su inicial flirteo con el marxismo le supusieron bastantes problemas con la Comisión de Actividades Antiamericanas, que le acusaba de vinculación con el Partido Comunista. Éste es también el aire que se respira en Todos eran hijos míos, un juicio que tiene por jueces el tiempo y una juventud que se afanaba por superar el cruento conflicto bélico que había hundido a la sociedad estadounidense en una rabiosa crisis de autoestima. El fallo no podía ser más dramático. […]
Jordi Bosch Argelich
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