El Cirque du Soleil ofrece una versión revisada de su espectáculo paradigmático. Alegría se presentó en sociedad, en Barcelona, hace ya más de veinte años. 14 millones de espectadores, 255 ciudades de 40 países después, observa un giro más hacia el audiovisual que por la poesía, pero la sensación de peligro constante sigue teniendo el principal protagonismo. Barras acrobáticas, juegos de rueda, hula hoops, contorsiones, palos de fuego, camas elásticas o los incomparables trapecistas finales rellenan el escenario de riesgo y emoción estética en grado superlativo. Todo aderezado con la actuación de una pareja de payasos españoles, Pablo Bermejo y Pablo Gomis, que con su clown exquisito recorren toda la función y llenan de ternura los instantes previos a las grandes exhibiciones acrobáticas.
Una oportunidad para revivir, si se revisita, o descubrir, si es la primera vez, emociones a través de imposibles y espectaculares técnicas de circo, todas presentadas con excelente y delicadeza a través de un juego visual que cautiva , cualquiera que sea tu fascinación por este tipo de espectáculos. La puesta en escena no miente. Lo que ves es lo que sucede. Pero si la música, la decoración, el vestuario o el complemento dramático de los artistas acompaña, la experiencia se convierte en mágica, y mujeres por hecho que lo casi imposible ocurre con normalidad.
La pérdida del rey (que para muchos sería esta sí una verdadera alegría) genera un conflicto entre el orden establecido y un nuevo movimiento, joven, creativo y reivindicativo, surgido de las calles, que lucha por la esperanza. Desde la aristocracia se reclama el trueno por la figura de un loco, pero el desafío de la descarada juventud ya no puede detenerse.
Todas las generaciones deberían tener un encuentro con el Cirque du Soleil, aunque fuera uno. La vivencia y el recuerdo se lo merece. Tal vez, sin embargo, más de una chapuza, porque por el cuerpo y por la mente, la sorpresa, repetida, deja de serlo. Y ya es bonito, y ya tiene mérito, y ya es agradable, pero el estilo es tan inconfundible en todos los espectáculos, tan casi industrial, hecho en serie, que ya sabes lo que te va a ofrecer en su conjunto. Sin embargo, si un término nunca falla en su descripción es éste: ¡espectacular! Esto, por sí solo, ya es garantía para cualquier audiencia para soltarse en un rato de felicidad, y contagiarse de su genuina y eterna alegría