Mientras pensáis cual de los tantos espectáculos del Grec queréis ver, id andando hacia La Seca. Allí encontrareis uno de los espectáculos mas interesantes de este mes de julio, Estripar la terra.
Una obra completamente actual que habla de la precariedad laboral, la deshumanización que conlleva el capitalismo y el derecho al olvido. Escrita y dirigida por Josep Maria Miró, es también la estrena de la compañía La Padrina, formada por Arnau Puig, David Marcé y Ricard Farré.
Hablamos con tres actores (y amigos) que no paran de trabajar. Arnau Puig se ha desdoblado esta temporada en Teleguin y profesor en la versión del Tío Vania que Les Antonietes han llevado al Lliure; también le hemos visto en la Jove Companyia del TNC, con El Cantador de Serafí Pitarra que interpretaba con Ricard Farré, de Els Piratas y actualmente en La Riera de TV3. David Marcé, de la compañía Dei Furbi, es el pelota por excelencia del Canal Super 3, Rick, y también imitador del Polònia y el Crakòvia. Por qué crear, pues, una nueva compañía? Qué quiere aportar La Padrina?
Ellos rápido dan la vuelta a la pregunta, tener trabajo es lo que les ha permitido hacer realidad su propio proyecto, pequeño, artesanal y personal. “Si todas las obras fueran como esta no viviríamos”, explican. “Hemos pintado, cortado la madera, hemos buscado todo lo que ha hecho falta, nos hemos preocupado de todo. Pero esto también es lo que buscábamos en llevar a cabo nuestro propio proyecto, ver que conlleva hacer un espectáculo des del punto de vista de una compañía, no solo del actor que no se tiene que preocupar de nada mas que estar en el escenario. Es duro, pero satisfactorio”. Cuando llegan hacen cara de cansados, pero cuando empiecen a hablar de la obra aparece una sonrisa en su cara y se les escapa ilusión por los ojos.
Los tres tienen, ademas, una vis cómica explotada y conocida por el publico y les apetecía hacer una obra como esta, donde interpretan unos personajes contenidos, donde todo pasa por dentro, “sin fuegos artificiales”. “Pensábamos, ¿nos acordaremos?”, bromea Arnau Puig. I eso, precisamente, es una de las cosas que les ha ayudado a trabajar el director y autor de la obra, el dramaturgo Josep Maria Miró. “Él nos decía: vosotros sabéis trabajar muy bien los fuegos artificiales, ahora os toca eliminarlos”, recuerda Ricard Farré.
Para Josep Maria Miró solo tienen halagos y agradecimiento. “Ha sido una masterclass, estamos muy contentos que aceptara tan rápidamente nuestra propuesta y se haya lanzado de esta forma” porqué Miró ha escrito el texto pensado ya en los tres actores. “Lo que más nos ha costado es aprender el texto. De hecho, el momento más celebrado fue cuando, por fin, nos lo aprendimos. Hay muchas frases cortadas, inacabadas, es un hiperrealismo total que lo hace muy difícil de aprender y un reto. Aun así, en cada función pasa algo distinto, cambiamos alguna palabra o nos cortamos en un momento que no toca”. Pero es un reto que han cogido con muchas ganas y han disfrutado mucho. “Es un placer trabajar con el autor de un espectáculo”, dice David Marcé, “durante el proceso de ensayos ha ido cambiando e introduciendo cosas al texto”.
Un texto absolutamente actual donde todo el mundo puede sentirse identificado: reducción de plantilla, precariedad laboral, envidias, individualismo… Pero no en un contexto fácil y previsible: un banco o una inmobiliaria, sino en una casa de cultura de un pueblo pequeño. “Es una forma de no alejar la cuestión y decir: mirad ‘aquellos’ lo que hacen, al contrario, tener que mirarse al espejo y cuestionarse”. Miró además deja suficientes agujeros para que según como los llene el espectador se posicione de una forma, o de otra, y sobretodo se genere debate, explican los actores.
Arnau Puig i Ricard Farré interpretan Lluís i Raül, dos jóvenes que han sobrevivido a numerosos cambios laborales y se han quedado solos en la casa de cultura. David Marcé es Miquel, un recién llegado al pueblo que colabora de forma altruista en el espacio. “El conflicto no vendrá precisamente del que no cobra i trabaja desinteresadamente, sino por los otros dos, que se ven amenazados. Miquel tiene toda la ilusión i va cada día antes que los otros a trabajar porqué es lo que le gusta y su forma de integrar-se al pueblo”. Pero todo el mundo tiene un pasado, y hoy en día es mas fácil que nunca investigarlo…
La obra tiene flashbacks que incrementan la sensación de voyeur del espectador. “Como dice Josep Maria, es como una muñeca rusa”, dentro de una escena hay otra, i aún puede haber otra, “con la dificultad de pasar de un estado anímico a otro en un segundo”. Hasta “hay algún flashback dentro de un flashback” y algún “in and out que gusta mucho al público” en que un personaje es espectador de un flashback de los otros dos y los va cortando para hacerles preguntas.
No haremos ningún spoiler pero sí que diremos que la obra tiene “momentos muy duros y potentes” que, junto con algunos momentos de distensión, hacen que el espectador se enganche des del primer minuto (“¡no se han oído ni caramelos, ni agua, ni tos…!”), pero que también hacen que, cuando acaba, el espectador “necesite algunos minutos para poder empezar a aplaudir”. Son tres antihéroes que nos hacen reflexionar como habríamos actuado nosotros en su situación y a cuestionarnos como hemos interiorizado los mecanismos de control del sistema capitalista. Una obra que “da para mas de una cerveza al acabar”. De hecho, ellos mismos cuando, por fin, “después de solo hablar de si falta pintura, esto o lo otro”, tuvieron tiempo para su particular postfunción, discutieron durante una hora y media sobre la obra, y lo que tienen claro es que “ninguno de nosotros tres actuaría como su personaje”.
Texto: Mercè Rubià