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TEATRE NACIONAL DE CATALUNYA

El olfato de Sagarra

La corona d’espines, obra teatral en verso de Josep Maria de Sagarra, dirigida por Xavier Albertí, llega a partir del 13 de noviembre al TNC

Jordi Bordes Castells

El poeta Josep Maria de Sagarra tenía un olfato muy fino, tanto en la forma como en el fondo de su teatro. Según Xavier Albertí, que prepara La corona d’espines en su regreso a la Sala Gran del TNC, no se ha hecho suficiente justicia a un autor que defendía escribir los diálogos en verso para dotar a los actores de herramientas de tradición teatral. Hoy, el director confía en que se vuelva a enseñar a los futuros intérpretes la técnica de la dicción en verso. “Todo el mundo se cree merecedor de reconocimientos y adulaciones, de medallas y coronas. Pero la corona de espinas, la del Vía Crucis, es la única que nadie codicia (y que muchas mujeres han soportado históricamente en silencio)».

Àngels Gonyalons encabeza el reparto del espectáculo que dirige Albertí en el TNC.

La corona d’espines se estrenó en 1930, un momento que marcaba un cambio de época: era el final de la dictadura de Primo de Rivera y se intuían los aires de la Segunda República. También comenzaba a resonar el derecho al sufragio femenino, que se haría efectivo en 1932. Albertí recuerda la versión que Ariel Garcia Valdés presentó en el Centre Dramàtic de la Generalitat hace ahora 30 años. Reconoce que en aquella puesta en escena brillaba más el personaje del señor de Bellpuig —un buscavidas que intenta sacar provecho de un título nobiliario para aliviar su ruina económica— interpretado por Josep Maria Pou, que el papel de la ama de llaves Marta, encarnado por una celebrada Àngels Poch. Ahora, Àngels Gonyalons aportará al personaje un tono de denuncia “a la violencia sobre el cuerpo de la mujer”, confirma el director. Para Albertí, rescatar el verso de Sagarra ya es motivo suficiente para recuperar la obra, pero además, en esta versión se subraya la impunidad del patriarcado. La acción se sitúa en 1793, con el eco de la guillotina de la Revolución Francesa (1789) y en un momento de creciente comercialización de los títulos nobiliarios. Sagarra retrata el descrédito de la aristocracia frente a la ambición caprichosa de la nueva burguesía.

Durante su etapa como director artístico del TNC, Albertí quiso rescatar algunas piezas menos conocidas del dramaturgo, como La fortuna de Sílvia, Ocells i llops y Galatea, influenciadas por el teatro europeo contemporáneo. También intentó que Rosa Maria Sardà dirigiera L’hostal de la glòria. Ella comentó que continuaría las sesiones de quimioterapia si encontraba el equipo artístico adecuado para levantar la producción, “le hacía ilusión”. Finalmente no lo logró, y el TNC invitó a Jordi Prat i Coll a realizar una nueva adaptación de La Rambla de les floristes (2019). La emblemática actriz falleció en 2020.

Para compensar la ausencia de un teatro catalán potente durante la época barroca, Sagarra optaba por escribir en heptasílabos y endecasílabos, lo que dotaba a los diálogos de un ritmo constante. Reservaba la rima consonante para los monólogos de los protagonistas y dejaba el resto en rima libre, aclara Albertí. Joan de Sagarra (hijo del dramaturgo) fue un fiel custodio de la obra de su padre, siempre impulsando su retorno a los escenarios. Para Albertí, su reciente muerte no debería conllevar el olvido de un autor sobre el que han pesado demasiados prejuicios por considerársele colaborador del franquismo. El director lamenta que la operación de recuperación que se llevó a cabo con Josep Pla no se haya producido con Sagarra, aunque ya se hayan publicado artículos suyos censurados durante el franquismo. En 1936, Sagarra abandonó Cataluña alertado por el conseller de Cultura Ventura Gassol y escoltado por hombres armados. Los versos satíricos que había publicado en El be negre fueron el motivo del asesinato del director de la revista, Josep Maria Planes, y su propia vida corría peligro. Durante aquella huida se casó con su prometida, Mercè Devesa, y emprendieron un viaje a la Polinesia, relatado en el libro La ruta blava, que Pablo Ley y Josep Galindo llevarían posteriormente a escena. Según Joan de Sagarra, él mismo fue concebido durante ese viaje.

En los últimos cinco años, Xavier Albertí y Lluís Homar han estado al frente de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Ambos tenían claro que era necesario incorporar dramaturgia en catalán al repertorio de la compañía estatal. Lo hicieron puntualmente en algunos recitales: en A Canciones de amor, de desamor y de piratas introducían réplicas de Guimerà; en Alma y palabra sonaba la música de Mompou; y en El templo vacío se incorporaban textos de Llull y Verdaguer. Sin embargo, sigue pendiente montar una obra de Guimerà, “el primer gran referente catalán en la cartelera internacional”.

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Escrito por

Redactor de artes escénicas de El El Punt Avui e impulsor de la plataforma de críticos Recomana

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