Alfredo Sanzol es, aparte del actual director del Centro Dramático Nacional, uno de los grandes autores del panorama actual y un maestro de la comedia. En 2017 estrenó en Madrid el espectáculo La ternura, un montaje con aires isabelinos que cuenta la historia de una reina y sus dos hijas obligadas por su rey a casarse en matrimonios de conveniencia con unos nobles ingleses. Después de triunfar en la capital española, en 2019 se estrenó en catalán y este julio La tendresa vuelve al Teatro Poliorama con parte del reparto renovado, de éste y de otros temas hablamos con su autor.
Teatre Barcelona: Como surgió La tendresa?
Alfredo Sanzol: A partir de la idea que tuvimos Andrés Lima y yo, dentro del Teatro de la Ciudad, de trabajar sobre la comedia. Pensamos que estaría muy bien centrarnos en la comedia shakespeariana, ya que de alguna manera es un punto de inflexión en la historia del teatro porque Shakespeare crea la comedia moderna que conocemos. Leímos y releer las comedias de Shakespeare para inspirarnos en ellas y a partir de ahí empecé a elaborar el concepto de la ternura.
Es una obra moderna inspirada en los clásicos.
Exacto. La tendresa une ambas cosas. Creo que no hay que ser excluyente. La tradición clásica puede inspirar la creación contemporánea. La creación contemporánea debe tener fuentes de inspiración de todo tipo y una puede ser la clásica. En este sentido, es un texto contemporáneo que trata temas actuales con personajes de ahora pero que tiene el aroma y la inspiración en formas y estructuras clásicas.
Siempre has comentado que tu escritura tiene tres patas: El pasado, el presente y la imaginación. A partir de aquí, como trabajas, como escribes?
Hay una parte del trabajo que es muy intuitiva y tiene que ver con seguir la pista a las imágenes que se repiten cuando me pongo a escribir. Personajes que se repiten y parece que me digan que quieren que les dé voz. En este sentido, por ejemplo, los personajes de La tendresa me repetían continuamente, parecía que querían estar vivos y empecé a estructurarlo. A la hora de escribir la memoria y la imaginación de alguna manera sirven para entender lo que nos está pasando ahora, ya que sino el presente se conviertíria en una especie de lluvia de eventos que no podríamos entender.
«Con el paso del tiempo las obras cogen su vida propia, huimos de mí y ya no son mías»
¿Qué hay de ti en tus obras?
A mí me gusta decir que en mis obras hay todo de mí y al mismo tiempo no hay nada. Hay cosas de mi porque las he hecho yo y entrego todo mi esfuerzo y mi vida a crearlas, però a su vez no hay nada porque mi vida privada es mi vida privada y las obras siempre son ficción. Además, con el paso del tiempo, las obras toman su vida propia, se alejan de mí y ya no son mías. El Alfredo Sanzol que escribió La respiración ya no está, soy otro. Y este cambio es muy bueno y es muy bueno que quede el testimonio de un tiempo en un texto dramático.
El público siempre juega un papel importante en tus obras, escribes pensando en él o va surgiendo?
Para mí el teatro es un acto de comunicación y de forma natural el público está presente como los seres que reciben lo que escribo. Cuando empiezo a escribir enseguida tengo la necesidad de leerlo a mi pareja, a mis amigos, a los actores con los que trabajo… o sea, que cuando escribo ya estoy esperando comunicarlo para disfrutar del disfrute del otro. Y creemos que estas pequeñas cosas que hago cuando escribo, después, con la relación con el público, no hacen más que amplificarse. Pero desde el primer momento, por mi parte, hay un deseo de comunicación.
En alguna ocasión has dicho que la base de todo espectáculo consiste en la necesidad de crear entre los actores un imaginario común. ¿Por qué?
Porque es esencial para mantener la función en cartel durante bastante tiempo. Si tienen en común un mundo que quieren crear cada noche por el público, todo es más ágil y flexible.
Hace varios años que trabajas con las T de Teatro y, por tanto, trabajas tu obra en otra lengua. ¿Qué te aporta?
Hace muchos años que trabajo en catalán, desde que era muy joven. Y para mí siempre fue muy sencillo porque hablo muy bien el francés y nunca lo vi como un problema. Fui aprendiendo catalán por el trabajo, leyendo mucho. Y para mí el cambio de idioma aporta una nueva música, musicalmente es diferente, las palabras de repente de repente quieren decir lo mismo pero suenan de otra manera y hay muchas posibilidades.
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La tendresa habla de que no podemos protegernos del amor. Crees que actualmente lo que está reprimido es lo sentimental y no lo sexual?
No lo sé. Estamos viviendo una época de represión sexual que se manifiesta a través de una especie de celebración de lo sexual. Lo que sí es cierto es que lo que sigue existiendo es una necesidad de conocimiento del pensamiento y que produce las emociones. Creo que el ser humano está en la prehistoria de conocer cómo actúan sus pensamientos y cómo se generan. Estamos en la prehistoria de la neurología.
¿Por qué se titula así?
Porque en la obra anterior, La respiración, había un momento en el que se hablaba de la ternura y a mí me llamaba la atención y me preguntaba qué me pasaba, si me había vuelto «un blandengue». Pero empecé a investigar y descubrí que la ternura es la manera que tiene el amor de expresarse y que la ternura no es una expresión de debilidad, sino de integridad, de fuerza entendida en el buen sentido. Porque cuando estamos bien podemos ser tiernos, podemos expresar el amor. Me gustó esta definición de ternura como acto de generosidad e integridad y me pareció necesario hablar.
De hecho, en una entrevista dijiste que «una sociedad sin ternura es una sociedad en guerra».
Sí, porque la ternura es la manera en la que la sociedad se expresa. Dentro de la ternura está incluida la atención, la escucha, la paciencia.