La compañía Monte Isla incorpora la figura humana a sus espectáculos y analiza la imagen de la humanidad como un conjunto de cuerpos precarios que sostienen en sus manos una virtud ajena, la herramienta con la cual se enfrentan a la hostilidad del mundo.
Sinopsis
En el Protágoras de Platón se recoge el mito de Epimeteo y Prometeo, dos hermanos de suerte diferente: “el que piensa tarde” y “el que piensa antes de actuar”. Epimeteo, el más descuidado de los dos, es el encargado de distribuir los atributos particulares a cada uno de los animales. Entrega caparazones a las tortugas, veneno a las serpientes, colmillos a los leones… Y cuando termina su tarea se da cuenta que ha calculado mal, que se ha olvidado de una pobre criatura: el ser humano, un cuerpo sin defensas que recibirá el fuego robado de los dioses. Un cuerpo sin talento parte de la imagen evocada en este mito: un cuerpo precario que sostiene en sus manos una virtud ajena, la herramienta con la cual se enfrenta a la hostilidad del mundo.
Hasta ahora, Monte Isla ha centrado su atención en los espacios que nos contienen, en la noción del “otro” y en los lugares carentes de presencia humana. Este trabajo está recogido en tres piezas, la Trilogía sobre el Paisaje: Allí donde no estamos (Espai Nyam Nyam, 2021), Donde empieza el bosque acaba el pueblo (TNT, 2022, premio ex aequo en la categoría de artes escénicas de los III Premis El Temps de les Arts) y Escuchas del paisaje (La Mutant, 2023).
Con esta nueva pieza escénica, Monte Isla se pregunta cómo poner el cuerpo en escena. ¿Qué ocurre cuando miramos este cuerpo, este cuerpo que compartimos, este cuerpo que usamos como unidad de medida para el mundo y que delimita la frontera de la conciencia, este cuerpo presente bajo el disfraz de cualquier ficción social y cultural, este amasijo orgánico que aparece como una imagen ridícula y obscena frente al encanto escultórico de lo muerto?