Les mans

Dice un refrán clásico: «Dos que duermen en la misma habitación se vuelven de la misma condición»

El autor Llàtzer Garcia utilizando la misma idea pero con un ejemplo más simbólico, nos dice que las manos de dos personas que se quieren pueden acabar pareciéndose.

La obra nos sitúa en una habitación de una casa en el campo. Una pareja está iniciando los ensayos para realizar una película, cuyo guion la ha escrito ella y él es el protagonista. Es ella quien lo contrata a través de la productora y es ella quien lo retira de la grabación. Empieza una relación aparentemente desigual. Con ese punto de partida inicial, la pareja se va introduciendo en un juego de reproches, de palabras mortificadoras, recuerdos de un pasado que ella utiliza para su guion. A lo largo de la obra y en diferentes escenas, se buscan, se encuentran, se rechazan o separan.

Lo mejor de la obra son los diálogos, la forma de expresar lo que ambos sienten y la magnífica interpretación de Ernest Villegas y Raquel Ferri. En los momentos de mayor tensión en los que se disparan las emociones, el tono no sobrepasa nunca el límite deseado y ambos son capaces de pasar a un tono más suave o tierno en pocos segundos. La complicidad entre los dos intérpretes hace que la obra camine con tranquilidad a pesar de los altibajos de las emociones.

Magistralmente dirigidos por Sílvia Munt, quiere destacar las carencias de ambos personajes, la búsqueda del poder en la relación y, a la vez, la necesidad del amor que no alcanzan plenamente.

Como en los textos de Ingmar Bergman, y como si fuera un thriller psicológico, se describen las emociones más profundas, las expresiones de los sentimientos más íntimos, la necesidad de comunicación de uno y otro sin que haya una escucha activa, una voluntad de comprender al otro. Este equilibrio hace que el público no se posicione sino que entiende a los dos y les desea lo mejor. Quizá por eso Llàtzer Garcia hace una concesión, más hacia el público que a los personajes que él ha creado.

Hay momentos en la vida que diferentes aspectos colapsan. Algunos eventos son imposibles de prever y otros son una explosión ya anunciada que no se quería aceptar. Y es que es bien cierto que no hay más ciego que aquel que no quiere ver.

Llàtzer Garcia navega en su nueva obra en la relación de una pareja formada por una guionista-directora de cine y un actor a partir del momento en que ella le comunica que deja de ser el protagonista de su película. Este momento tenso se transforma en un análisis de su vida singular y conjunta, un enfrentamiento con sus debilidades y sus miedos.

Aunque parezca un texto sencillo por su estilo directo, Garcia trabaja de manera inteligente una disección de los egos de sus protagonistas, de los reproches y anhelos escondidos durante años que salen a la superficie como una herramienta de salvaguardar su propia persona. La batalla dialéctica de los dos intérpretes profundiza poco a poco hasta lugares que parecen inexpugnables, pero que realmente es necesario explorar para poder llegar al núcleo del problema.

Raquel Ferri y Ernest Villegas hacen un trabajo milimétrico y exhaustivo para mostrar esta relación que se está deshaciendo a pasos gigantes, pero de la cual no se quieren desprender. El amor está y se nota en sus personajes en cada escena. El dolor y la rabia que les provoca sentirse como se sienten se mezcla hábilmente con la voluntad de dejar de ir a la deriva. La evolución de los personajes es magnífica y tanto Ferri como Villegas se entregan en cada paso que dan Paula e Isaac, en cada decisión que toman. La pena en los ojos de Ferri y el sentimiento de traición en los de Villegas son los catalizadores de toda la trama.

La puesta en escena íntima y especial, con un diseño de luz y sonido minuciosos y una banda sonora magistral a cargo de las canciones de Otis Redding, envuelven una producción perfecta dirigida con maestría por Sílvia Munt. A pesar del estruendo emocional, la espectadora se queda con ganas de saber cuál será el próximo capítulo de los protagonistas.

Me gustan las obras que a los pocos minutos ya han planteado el conflicto dramático de la pieza y han retratado perfectamente a los personajes principales. De hecho, Les mans presenta un conflicto profesional y de pareja, con el tema de la salud mental de trasfondo. Un conflicto que dará para mucho, incluso para una historia que se alarga en el tiempo –más de un año- y que va cogiendo caminos diferentes según las reacciones de los protagonistas. Una historia de amor explicada desde la parte menos amable, pero con un romanticismo decadente y complejo que a ratos parece recordar uno de los argumentos más clásicos de Hollywood, el de la película A star is born.

Uno de los grandes aciertos de Les mans es la naturalidad y la organicidad con la que los personajes responden a las complicadas situaciones que se les presentan. Como público, asistimos a un combate donde hacen acto de presencia una serie de invitados habituales en estos casos: los reproches, los celos, los egos, las malas contestaciones, los comentarios poco afortunados, etc. La postura de él y muchas de las decisiones que adopta hacen que cueste mucho que podamos empatizar, pero sí lo podemos comprender… hasta cierto punto. Y esto es precisamente lo que engrandece esta pieza de Llàtzer Garcia, que fluctúa de forma muy inteligente entre discusiones acaloradas y escenas aparentemente amables donde todo parece fluir… hasta que deja de hacerlo.

La dirección de Sílvia Munt es elegante y llena de pequeños detalles que juegan muy a favor de la trama: la elección de la música, la utilización del sonido (la lluvia y otros elementos externos) y de la iluminación (las luces del vehículo, el apagón del final). Pero el mérito principal es el trabajo con los actores, que consiguen dos creaciones que serán difíciles de olvidar. Tanto Raquel Ferri como Ernest Villegas están espléndidos y se dejan la piel, pero en el caso de ella solo hay que recordar el pequeño monólogo con el que acaba la penúltima escena… Un momento que aglutina todo lo mejor de su sublime interpretación en esta obra.

Cada any torno i torno a la sèrie Dekalog del polonès Krzysztof Kieślowski. I no deixo de recomanar-la, és clar. Es tracta d’una revisió dels 10 manaments bíblics on capítol a capítol, un s’endinsa en les excepcions i les contradiccions de cada mandat. En el capítol dos, la protagonista, davant un contundent dilema, afirma que “és un pecat voler-ho tenir tot”.

Això mateix vaig pensar a Les mans, l’obra de Llàtzer Garcia i dirigida per Sílvia Munt. “Aquesta noia vola tenir-ho tot” vaig pensar de la Paula (Raquel Ferri): ella vol tenir la seva pel·lícula i vol conservar la seva relació amb l’Isaac (Ernest Villegas).

Per què no és possible? L’Isaac ha de protagonitzar la pel·lícula que la Paula dirigeix. Una pel·lícula important per ella, el seu projecte personal, allò pel que sempre ha lluitat. Però l’Isaac –al seu entendre– no és l’actor adequat. Pot protagonitzar ell la foscor de la seva història? Està preparat per reviure’l? Fins a quin punt es pot separar obra i persona? Es pot escriure o representar mai res que en el fons no sigui d’un mateix?

A partir d’aquest plantejament inicial, l’obra es desplega amb els matisos que la complexitat de la situació es mereix. Amb tibantors, amb estires i afluixes, amb contundència però sense histrionismes. Ni en el text. Ni la representació. Això sol ja mereix un aplaudiment; no és un equilibri fàcil. Perquè la situació tampoc ho és. I aquí, tot l'equip està a l'alçada.

Les mans ens explica el que tots sabem però cal recordar: sempre es paguen preus. L’amor té preus. La professió té preus. També l'èxit. Ja ho deia Kieslowski: és un pecat voler-ho tenir tot. La pregunta és: què estem disposats a fer i a pagar? Reconeixeu-m’ho d’una vegada: si no apostes per una cosa, és que no la vols prou. O el que és el mateix: que en prefereixes una altra.

El amor es un juego de claroscuros, un contraste acusado entre volúmenes iluminados y volúmenes oscurecidos. A través de este efecto, se consigue destacar elementos concretos, pero, a diferencia de la intención de la técnica pictórica, el sentimiento no elige. El resultado, lo que se convierte en protagonista, no se puede predecir.

¿Dónde queda, en relación entre dos personas, el proyecto personal? ¿Debemos aceptar que se diluya, en beneficio de un cordero mayor? ¿Quién tiene la potestad de establecer cuál es realmente un bien común en una relación de pareja? ¿Qué costes tendrá una posible renuncia? ¿Tendrá estas consecuencias sólo personales? O, a la larga, ¿pasará factura a ambos? ¿Qué debe prevalecer para garantizar la salud de una relación?

A Les mans, Isaac regresa después de dejar el oficio de actor por unos problemas de salud mental. Paula, su pareja, está a las puertas de su primera película como directora, un drama inspirado en la situación que ha vivido Isaac, predestinado, de entrada, a protagonizarlo. Temerosa de una posible recaída, ella decide traumáticamente prescincir de él. La noticia cae como un cubo de agua fría por la autoestima del compañero y, forzosamente, por su relación de pareja. El enfrentamiento, lleno de feroces diálogos y de monólogos descarnados, se convierte en una fuente de teatralidad pura. Nada sobra ni se echa de menos en el trabajo de los actores. Raquel Ferri y Ernest Villegas sobresalen en su interpretación, de entrada compleja y rica en capas. El entendimiento en escena regala a la audiencia una loable autenticidad, dejando una sombra de duda permanente: ¿podemos transformar la intimidad, lo que pertenece a la esfera personal y de pareja, en un proyecto artístico? ¿Qué peligros comporta? Del amor, a las acusaciones de egoísmo por razones muy distintas. ¿Cómo puedes decir que no pienso en ti si te he acompañado sin desfallecer cuando estabas peor? ¿Cómo puedes pensar sólo en tu éxito profesional, aprovechando una historia que me pertenece, que bebe de mí, echarme?

La autoría proporciona espacios mentales de envolven la evidente crisis de pareja: la huida de la ciudad que pretendía ser liberadora y que acaba aislando, el esperpento y la autoflafelación ante sueños que se van por el fregadero, la intensidad del amor, la esencia de lo que siempre perdura… La dirección de Sílvia Munt aporta al brillante texto de Lázaro García una meticulosidad y una temperatura casi cinematográficas. Luces, sonidos, entradas y salidas enriquecen con matices, distancias y momentos las escenas, dibujando un proceso nada fácil de resolver para mantener el tono y la tensión permanentes. Probablemente podían resolverse de forma más eficaz los saltos en el tiempo. Un sencillo cambio en la escenografía, un detalle en la sencilla decoración, reforzaría un tráfico tan importante en el guión.

En definitiva, un placer teatral, un planteamiento emocional. El papel de la persona en el marco de la pareja, en debate. Más que recomendable, imprescindible

Les mans, el nou text de Llàtzer Garcia, una de les veus més rellevants de la dramatúrgia catalana actual, és una autoficció que tracta sobre una relació d'amor ambientada en el món del cinema.

La Paula i l'Isaac són els protagonistes d'aquesta història. Són parella i tenen un projecte en comú.
Ella ha escrit el guió d'una pel·lícula i ell és qui l'ha de protagonitzar. La pel·lícula es titula Les mans i va sobre la seva relació de parella, però sobretot està centrada en la difícil experiència que va viure l'Isaac, una malaltia mental que el va mantenir allunyat de la feina.
Però aquesta pel·lícula que semblava que acabaria per apropar-los, acaba convertint-se en el detonant principal de la crisi de la parella. I és aquí és on comencen tot els problemes entre ells. Els retrets, sentiments amagats, angoixes, converses pendents, pors, competitivitat, egoisme i culpa, van guanyant terreny al desig, a l'amor, a l'estimació i al respecte.

Haig de dir que Les mans ho té tot per ser un dels grans èxit d'aquesta temporada i del Festival Grec 2024: el text, la direcció, les interpretacions, la posada en escena, l'ambientació, la música, el disseny de llums.

El text és magnífic, brillant, aparentment senzill, d'aquells que t'atrapa i et convida a pensar. Teixit de diàlegs profunds, intensos i molt realistes. Hiperrealistes. Tot és molt creïble.

La direcció a càrrec de Sílvia Munt és del tot encertada, pel ritme del muntatge, per una posada en escena on no falta detall, per l'acció (verbal i emocional) i per la magnífica direcció d'actors.

Els actors que interpreten la Paula i l'Isaac, la parella protagonista d'aquesta història, són la Raquel Ferri, actriu que admiro molt i segueixo d'ençà que la vaig descobrir al teatre Eòlia en el muntatge Joana 2015 una batalla campal i l'actor Ernest Villegas al qual admiro, segueixo i en soc fan des de fa temps.

L'ambientació i la música i audioescena d'Orestes Gas són dos punts a destacar d'aquest muntatge. Uns discos de vinil i uns pòsters cinematogràfics formen part de la decoració de la llar. Una banda sonora original minimalista, tant en la forma com en el fons i el tema Sona Send mi some lovin de Little Richard.

Tal com ja ens avançava la sinopsi de l'obra, Les mans és una història d'amor imperfecta.

Les mans parla sobre l'amor d'una parella; de com n'és de difícil i complicat de vegades estimar i de les contradiccions que sorgeixen en una relació de parella.

Parla d'oportunitats, d'amor i desig, de les barreres que ens trobem davant una malaltia mental, de l'èxit i fracàs en una parella i el que això pot provocar en la seva relació.

Parla de convivència, de la necessitat de llibertat que moltes vegades necessitem i que pel fet de tenir parella no ens ho podem permetre.

Parla d'una història d'amor imperfecta.

Parla de confiança, de respecte.

Parla d'emocions.

No us la perdeu!

Les Mans és la darrera proposta de Llàtzer Garcia, dramaturg i director que ja va sent un habitual dels nostres escenaris… i no només. Perquè ja fa uns anys que, a arrel de l’èxit de la seva obra La Pols, en va fer una pel·lícula que, després del seu pas per cinemes, ja es pot gaudir a Filmin.

Tornem a Les Mans, una obra que ens presenta una parella, la Paula i l’Isaac, que estan a punt de començar el rodatge d’una pel·lícula: ell, com a actor; ella, com a directora. Una pel·lícula força especial perquè explica la seva història, una època o crisi en la seva relació que no sembla tancada del tot. Una crisi personal i de parella que sembla orbitar al voltant d’uns problemes de salut mental que va tenir l’Isaac… i que tampoc semblen solucionats del tot.

Es plantegen molts dubtes interessants al llarg dels primers minuts de l’obra… sense que se n’acabin de resoldre gaire en el seu desenvolupament i conclusió. Destacar, sens dubte, les grans interpretacions de la Raquel Ferri i de l’Ernest Villegas, que s’embarquen en un viatge emocional de primer nivell, buscant sempre una veritat cel·lular, profunda i sincera. Una honestedat interpretativa de la qual també hi deu tenir molt a veure la Sílvia Munt, qui en signa la direcció.

El que és, potser, la baula més fràgil de la proposta és el rumb que se li dóna a tota aquesta intensitat emocional, dirigida cap a qüestions que, al final, semblen una mica circumstancials i fora del què hauria de ser, potser, el nucli dramàtic de la història. Què li va passar a l’Isaac? Com se’n sortirà, si ho fa? O què és el que, realment, l’impossibilita interpretar-se a si mateix o treballar amb la seva parella a la pel·lícula? Dubtes, a priori, essencials de la història, que acaben sent relegats a secundaris en un desenvolupament dramatúrgic, en aquest sentit, sorprenent.

La sensació, un cop finalitzat l’espectacle, és que s’apreta el conflicte allà on, potser, no és per tant. I allò que podria dur-nos cap a descobriments significatius, acaba per convertir-se en circumstancial. Això fa que els personatges travessin la història sense experimentar gaires canvis. I, de la mateixa manera, que l’espectador, potser, no acabi d’entendre o empatitzar amb ells (no així amb els actors, que fan una feina excel·lent).

El resultat és una obra que, segur, serà molt ben rebuda pel públic però que deixa una mica indiferent respecte als conflictes que s’hi plantegen o la necessitat de la seva pròpia existència.