¿Qué sería del teatro catalán de la tercera década del siglo XXI sin Flyhard? Ésta es una pregunta que cuece, porque la minúscula sala de Sants, con sólo 44 butacas por función, ha sido y es determinante para entender la dramaturgia catalana contemporánea. Si hay buena comedia a raudales, manufacturada en nuestra casa, es debido a Flyhard. Si el 54% de las obras estrenadas la pasada temporada son de autores catalanes es, en parte, mérito de la Flyhard. Si los teatros comerciales disponen de textos escritos aquí para elegir y remover es porque alguien ha visto nacer y ha mantenido a sus autores, algo que también es parcialmente culpa de la Flyhard. La prueba la encontramos, por ejemplo, en la temporada actual de La Villarroel, que abrió con Les mans, de Llàtzer Garcia, dramaturgo criado en la sala, y ha continuado con La presència, de Yago Alonso i Carmen Marfà, también educados allí .
No son los únicos. En la Flyhard, Marc Crehuet estrenó El rei borni, Guillem Clua puso de largo a Smiley, Marta Buchaca puso en marcha Litus, Daniel J. Meyer empezó la brillante trayectoria de A.K.A. (Also Known As). La etcétera es largo. Porque podemos añadir el debut de Israel Solà con Austràlia, Els dies mentits de Marta Aran… Es verdad que, en los últimos años, se han decantado por la comedia con adjetivos. Generacional, de ciencia ficción y lo que desee. Pero los resultados globales son algo más que buenos.
El último producto de éxito nacido en la Flyhard es el tándem formado por Alonso y Marfà, dos guionistas que empezaron a escribir teatro porque no encontraban trabajo en el séptimo arte y, después de tres obras en Sants, han llegado a La Villarroel y , en marzo, firmarán la nueva película de Javier Ruiz Calderan, Wolfgang. Poca broma. Porque el teatro fundado en el 2010 por Jordi Casanovas con Clara Cols, Roser Blanch, Pablo Lammers y Sergio Matamala, les ha servido para llegar allá donde querían.
Marfà y Alonso han explorado todos los matices de la comedia generacional en la Flyhard, con dos temas recurrentes: la herencia y la maternidad/paternidad. Tanto Ovelles como Instruccions per enterrar un pare y La pell fina iban por ahí. La presència es otra cosa, de mayor alcance, pero sigue al dedillo lo que han escrito hasta ahora y hemos visto en Sants. La envoltura es distinta. Y nos sirve para darnos cuenta de que cualquiera de las tres piezas anteriores podrían haber pasado por el teatro del Eixample Izquierdo con el mismo éxito con que lo está haciendo la pieza dirigida por Pau Carrió y coproducida por Sixto Paz.
No debemos olvidar, además, que muchas de las producciones de la Flyhard recorren el territorio de norte a sur y de este a oeste cuando salen de la sala. Y durante mucho tiempo: Els dies mentits, por ejemplo, estrenada en el 2019, el año pasado estuvo todavía tres semanas en el Teatre Gaudí después de tres años de gira por Catalunya, Comunidad Valenciana y Baleares. Ahora tienen cinco espectáculos en gira. La apertura del Texas, además, les ha ofrecido una segunda vida en Barcelona, aunque no exclusiva, ya que las obras estrenadas en Sants se han podido ver en el Borràs, el Lliure y en muchos otros lugares.
Evidentemente, no es oro todo lo que reluce, y no siempre lo que estrena Flyhard es sinónimo de éxito incontestable. Saben, sin embargo, arriesgarse y explotar sus virtudes. Si cada cuatro o cinco años dan empuje a tándems como el formado por Alonso y Marfà, a autoras como Eu Manzanares y Lara Díez Quintanilla, tienen el cielo ganado… Si no tuviéramos a Flyhard, alguien debería inventarla.