La nostra parcel·la

Obra de la dramaturga y actriz Lara Díez Quintanilla a quien le debemos el texto y la dirección. Es una pieza original, sorprendente y surrealista hasta la comicidad.

En un cuadrado lleno de arena dos mujeres desconocidas se encuentran sin saber el motivo, la causa ni la finalidad. Dos mujeres atrapadas en una dimensión desconocida, en un espacio claustrofóbico entre la vida y la muerte. Un buen punto de partida para cuestionarse los temas existenciales eternos. El desconocimiento inicial crea desconfianza, miedo e inseguridad. La convivencia obliga a crear normas de conducta, leyes que se deben respetar porque son leyes. Surgen límites y el sentido de la propiedad así como criterios organizativos y convivenciales como si fuera una sociedad en miniatura. El trabajo compulsivo se convierte en la lucha contra la Nada.

Dos únicas personas representan a la humanidad entera con actitudes diferentes ante una situación incierta que a una de ellas crea inseguridad y a la otra un sentimiento de culpa. Castigo y perdón aparecen entre las conversaciones así como la necesidad de creer en un más allá que no las tranquiliza. Buscan refugio en la ciencia creyendo que dará respuesta a todas sus preguntas. En forma de bucle van desapareciendo unas y vienen otras figuras humanas parecidas a las anteriores que se plantean las mismas dudas. Es una rueda como la repetición constante de los problemas que se ha planteado la humanidad.

Las dos actrices son Judit Farrés y Marta Marco. La dos realizan un gran trabajo actoral en un espacio pequeño, sin objetos en las manos ni muebles para apoyarse. Únicamente el movimiento y coreografía de Fàtima Campos acompañan a las dos actrices y facilitan que no haya ni un solo momento de parálisis escénica. La iluminación del cuadrado mediante unas luces leds en el techo van dando movimiento al conjunto y al cambio de escenas. La música de percusión es inquietante y misteriosa como el paso a una dimensión desconocida.

Gracias al Teatre Lliure por permitirnos ver esta obra on-line. Estaremos alerta de las dos otras obras de la trilogía de la misma autora y directora.

De nuevo, otra obra de teatro que nos plantea una distopía o, mejor dicho, un futuro próximo no muy halagüeño. Alguien podría decir que estamos más en el terreno de la ciencia ficción, o en algún capítulo de Black Mirror, a pesar de que el tema principal de la pieza es la desazón existencial y el comportamiento humano ante situaciones que lo sacan de lo que está establecido. Es muy curioso, pues, ver como los dos personajes femeninos recluidos en una especie de vacío tienen que empezar a recomponer -o no- toda una serie de normas, creencias y limitaciones para poder convivir. En poco rato, y con una dramaturgia muy hábil e inteligente de Lara Díez Quintanilla, vemos como se construye ante nosotros una sociedad absurda o como se reproducen modelos que han aparecido en el transcurso de la historia de la humanidad: la esclavitud o la sumisión, el fanatismo religioso, el conformismo, la rebelión, etc. Setenta cinco minutos que dan para mucho, en parte también a las buenísimas interpretaciones de Judith Farrés y Marta Marco.

El espacio escénico -un cuadrado lleno de corcho desmenuzado- no podría ser más sencillo ni más eficaz, pero está claro que no podemos obviar el trabajo de iluminación a partir de un panel con leds. Un trabajo realmente meritorio que da momentos, tanto visuales como argumentales, muy potentes. Estamos delante, pues, de una pieza pequeña pero con muchos puntos a favor… Es cierto que el final quizás desmerece, por demasiado obvio, pero no empaña en absoluto una idea y una ejecución brillantes.