Història d’un senglar (o alguna cosa de Ricard)

Començo la temporada teatral 2023/24 amb aquesta proposta de La Villarroel , Història d’un senglar (o alguna cosa de Ricard). Un monòleg interpretat per Joan Carreras, que fa d’actor que fa de Ricard III, el malvat shakespearià per excel·lència.

Ja ho puc dir, he començat tard la meva temporada teatral d’aquest 2023/24 però amb molt bon peu. No podia fer-ho millor.

Amb aquesta obra, m’he quedat amb el bon treball de Joan Carreras. La perfecció en l’actuació de Joan Carreras i un text que llisca dels seus llavis. Puc dir que Joan Carreras està sublim, m’ha atrapat i m’he deixat emportar per on ha volgut. Quin gran actor!!

No estem davant l’obra de Ricard III, estem amb la història personal d’un actor que interpreta el seu paper com a protagonista i ens parla de tots els companys de feina (els altres actors, el director, el tècnic de llum, els crítics, productors,… i fins i tot el públic). Ja des d’un començament podem veure com fa les primeres ganyotes, al moment m’adono que s’està preparant al camerino (davant tot el públic) per sortir a escena. I en aquest moment, comença el joc entre l’actuació, la preparació de l’obra i el seu monòleg.

Aquest monòleg està interpretat per Joan Carreras i va ser guardonat amb un premi Butaca i un finalista a premi Max al millor actor. A més de Premi Butaca a millor producció de petit format. El premi Butaca i la nominació per aquesta obra és molt merescuda. El públic el va ovacionar una bona estona i d’en peus. A més de celebrar les 100 funcions d’aquesta obra.

Podeu veure la resta de la senglaHist

Hemos asistido hoy a una maravilla teatral fruto de la combinación de un texto perfecto, una magnífica interpretación y una dirección impecable.

El autor Gabriel Calderón, dramaturgo y director, representante del teatro uruguayo actual, es muy prolífico y algunas de sus obras se han representado en Catalunya como “La ira de Narciso” en Temporada Alta o “Que rebentin els actors” en el TNC en 2015. Este texto que nos ocupa está muy bien traducido al catalán por Joan Sallent.

El texto entrelaza tres capas diferenciadas: la historia personal del actor, la obra shakespeariana de Ricardo III en su versión más cruel del histórico personaje y el montaje de la obra de teatro con todos los problemas del mundo teatral aliñado con críticas a las dificultades por las que atraviesan los actores, directores, productores, técnicos, etc. Las tres capas están perfectamente tejidas pero diferenciadas por cambios de lenguaje (verso o prosa), actitud o pequeños detalles de vestuario según el momento. Es un juego entre la obra, el público y los técnicos del backstage que le dan a la obra una gran comicidad. La dirección del propio autor hace que cada una de ellas tome un color, una luz, un matiz diferente en un juego entre cómico y dramático pero resaltando en las tres capas la necesidad de las personas de sobresalir por encima de las demás. La envidia, la ambición, el poder y la necesidad de conseguirlo está presente en toda la obra.

Este monólogo es interpretado por Joan Carreras por lo que fue galardonado con un premio Butaca y un finalista a premio Max al mejor actor. No hace falta añadir nada a todos los elogios que ha recibido y que corroboramos plenamente. Carreras tiene una facilidad de declamar un texto difícil y mutable y una gran versatilidad interpretativa. Sin embargo valoramos el gran esfuerzo y el difícil trabajo de un actor en solitario. Él es Ricardo III, su madre, Lady Ana, Juan, el director del espectáculo, las productoras, el actor joven, las actrices, todos.

El pasado año vimos a Joan Carreras interpretando el Macbett de Ionesco, versión satírica del Macbeth de Shakespeare sobre la corrupción asociada al poder absoluto y a la tiranía. Hemos visto cómo Carreras, a pesar de la dificultad de este Ricard, se encuentra a gusto con las obras del bardo de Stratford-upon-Avon.

La escenografía de Laura Clos está presidida por una gran butaca (el trono de Ricardo III) pero se utilizan muchos más elementos que están allí en escena esperando atentos y vigilantes que el actor, de forma sorprendente, a veces mágica, les vaya dando sentido y vida.

Esta obra es un despliegue de talento teatral que sorprende, divierte y hace reflexionar. Durante un monólogo de poco más de una hora, el dramaturgo uruguayo Gabriel Calderón se basa en unos de los personajes más despiadados de Shakespeare para poner en escena con gran sentido del humor, no sólo los límites de la ambición humana, sino una reflexión sobre el valor del teatro y la cultura.

Joan Carreras interpreta a un actor de segunda, lleno de frustración y resentimiento que por fin ha conseguido el papel que merece, ¡Ricardo III! Mientras explica la tragedia de Shakespeare a un público al que desprecia y ningunea, relata el proceso de montaje de la obra, donde también humilla a sus compañeros. Pero hay una fuerte ambivalencia en este personaje, en este bufón que nos genera rechazo y fascinación al mismo tiempo. Su soberbia, grandilocuencia y energía de macho ambicioso se mezclan con su lucha por seguir haciendo teatro a pesar de todo, con su perseverancia en mantener estos espacios para combatir la estupidez generalizada. Además, el desprecio con el que se dirige al espectador viene de un lugar lúcido, nos está retando a ser espectadores inteligentes y aunque no lo parezca, nos está tratando como tal.

El espacio escénico de Laura Clos y Marta Calderón, tan sencillo como efectivo, unifica las dos capas narrativas del texto y las carga de significado. Una butaca de teatro es su trono y detrás, una serie de gruesas cuerdas colgantes nos remiten a las vísceras, las del teatro y las del personaje.

En definitiva, esta obra es una lección de teatro en mayúsculas; por ser capaz de revivir un clásico con un sentido contemporáneo, por la construcción de un personaje bufonesco cautivador y por una interpretación inmejorable. ¡No se la pierdan!

 

 

A veces las palabras conforman una montaña difícil de escalar no tanto por su complejidad, sino por la falta de entendimiento de su significado, de la verdad que atesora. A menudo alejarse de estas palabras es más fácil que hacer un esfuerzo por descubrir qué esconden.

En esta obra Joan Carreras es un actor que se prepara para interpretar el papel de su vida: Ricardo III. Enamorado del personaje, por sus palabras y el significado que encuentra en cada verso escrito por William Shakespeare, ve en esta obra como una oportunidad para dejar atrás los papeles secundarios y ser reconocido. Su ambición lo empuja en este trabajo, pero también el amor que profesa por el teatro.

Gabriel Calderón sabe combinar de una manera pulcra y muy interesante los versos de Shakespeare con las reflexiones del actor sobre el teatro y la actitud hacia el oficio de la compañía que lo acompaña en la representación que están preparando. A partir de la primera persona de Carreras, de sus experiencias y opiniones, se va tejiendo un texto, lleno de ritmo y juego, que encabe los extractos de la obra del bardo de una manera natural.

Un monólogo dramático de más de una hora parece difícil de digerir, pero la agilidad de la narración y la habilidad de Carreras para atrapar a la espectadora lo transforman en una experiencia efímera de la cual se quiere más y más. El intérprete mira a los ojos al público y le interpela, le obliga a posicionarse y a participar en la diatriba que está compartiendo desde el escenario. Con un trabajo muy físico y extenuante, cada parte de su cuerpo trasmite la pasión y la estimación para aquello que comparte con cada espectador/a.

Con una escenografía íntima y aparentemente sencilla, pero realmente compleja, el sonido y las luces están diseñados de manera específica y muy detallada para que conformen un marco perfecto para el desarrollo de relato.

Un monólogo imprescindible para disfrutar del teatro de raíz. Ir e entregarse, la mejor opción.

La fisiognomia, una branca de la qual ja coneixem com és la frenologia per programes de ciències ocultes mediàtics, és la paraciència que estudia la fisonomia humana i estableix a partir d'aquesta el seu comportament. Una mena de llenguatge verbal instintiu del tot acientífic que anteposa els prejudicis personals i fòbies dels altres envers el físic dels altres i que durant anys ha servit de guies per a la representació escènica i pictòrica, però que bé sabem que no és més que una paraciència sense cap fonament i que només serveix per, en moltes ocasions, ridiculitzar als enemics socials i polítics.

És aquesta mateixa fisiognomia la que establia que els agraciats portant de la gepa gaudien sovint de la traïdoria, o així ho decretava el biaix d'aquests estudis, de la mateixa manera que establia tendències homosexuals en els barbamecs i només veia bondat en la gent d'ulls blaus i cabell ros.

En Ricard III era malvat, o això deien els de la Casa Tudor. Malvat i geperut. Un fet indissociable d'un altre. És per a això que, amb perdó d'en Quasimodo, sigui el geperut més famós de la història de la literatura. I les seves vileses traspassen tot el que és moralment acceptable. Bona nota d'això en va extreure en George R. R. Martin, que ha admès que la seva inacabada heptalogia beu directament de les fonts de la Guerra de les Dues Roses.

Ara bé, la historiografia sempre te a coses a dir i en aquesta ocasió, contradiu a la literatura i fins i tot a la història que, en aquell moment, era -més encara- escrita pels vencedors. Que en aquest cas van ser el Tudor, extinguint amb la mort de Ricard III a la batalla de Bosworth, la nissaga dels Plantagenet.

Doncs va ser el 1980 quan es va descobrir que no va ser Ricard III qui va assassinar als seus nebots, sinó pel mateix Duc de Buckingham. Les causes es desconeixen, però sembla que per a desacreditar al mateix Rei que en el seu breu regnat va gaudir d'una gran popularitat en eliminar algunes mesures impopulars imposades pel seu germà donant un major proteccionisme al mercat i al ciutadà, així com perseguir l'omnipresent corrupció a l'illa.

Després del descobriment de la tomba de Ricard III al 2012 sota el pàrquing municipal de Leicester i les anàlisis del seu ADN i una reconstrucció 3D a partir dels seus es va determinar que Ricard III no va ser mai geperut, però sí que patia una lleugera escoliosi, però no el vil i estrafet personatge que inspirà a Shakespeare a partir de l'obra de Thomas More.

Tres anys després de la descoberta i assegurant-se que les restes eren -possiblement- les del dissortat monarca, aquestes van rebre un funeral d'estat i va ser -parcialment- restablert l'honor d'aquest i de la dinastia Plantagenet i que la majoria d'afirmacions envers la figura de Ricard no són més que propaganda política.

Una vegada hem conegut al personatge més històric i que ens pot inspirar la llàstima que inspiren tots aquells que han estat traïts, podem de nou gaudir del personatge shakespearià, el que assumeix que ha de ser malvat per la seva condició d'esguerrat i que no només no dubtarà a matar a innocents, sinó que gaudirà d'aquesta experiència perquè és l'únic plaer del qual pot gaudir una bèstia del seu aspecte. Un Ricard que com a aquesta història del senglar (una clara referència a l'escut heràldic del duc de Gloucester) partint de la posició més incòmoda de totes, ascendirà al poder a partir de les males arts i l'engany.

És el bo d'en Joan Carreras qui rep l'encàrrec d'esdevenir un actor de segona fila que aspira al reial personatge, un dels més ambicionats de l'univers del bard de Stafford juntament amb altres monarques o aspirants al tron maleïts per l'ambició pròpia o de la resta, i que no dubtarà en cap moment en fer possible perquè la producció arribi a bon port tot i les inclemències. Aquestes representades per actors de tercera fila mancats d'intel·ligència i comprensió lectora, setciències arrogants de l'escena teatral i en última instància l'habitual manca de diners.

Les vicissituds d'en Carreras durant la producció, construïdes d'igual manera que la tragèdia del bard, fan que el personatge cada vegada s'abraoni més i més, deixant de ser aquest mateix fins a esdevenir, de forma gairebé literal, el mateix Ricard. Que pren les regnes d'una producció abocada al fracàs i demandant un espectador intel·ligent abans que un cavall, remetent-nos a les més minimalistes ensenyances d'en Peter Brook, que bé podrien ser les mateixes del bard. Doncs, amb un text prou bo i un actor competent, no calen pas més artificis i en Joan Carreras ho demostra sobradament transmutant-se, alternant ràpidament el vers i personatge amb la d'un actor encara prou fort per lluitar i demanar el seu cavall. El seu regne per un cavall.

Els personatges no són més que artificis de la retòrica i manipulacions del llenguatge per a portar-nos allà on volen els intèrprets intel·ligents i en aquest cas s'aconsegueix amb pas ferm i destresa, que ens fa endinsar en meta-llenguatges creant una meta-obra teatral.

I és aquesta meta-obra i el seu conseqüent meta-llenguatge fa que en moltes ocasions la versemblança sigui encara més versemblant del que ens imaginem i dubtem de quan comença i acaba la ficció, què és artifici i què és el veritablement talent a escena. Aprofitant per mofar-se de les clàssiques tècniques interpretatives com la d'en Stanislavski o les de LeCoq. Plantant-nos allà, enmig dels nassos, un text diabòlicament ràpid que ens fa passar per tots els estats de l'ésser abans no podem badar boca. En el que unes poques cordes, una butaca, una perruca desmanegada, un maquillatge mai acabat de posar i una gorgera siguin suficients per explicar-nos diverses històries que ens aboquen sempre a la mateixa: la tragèdia de Ricard III. El personatge que ho vol tot i per a explicar-nos la seva història no necessita res, ni la mateixa que el caracteritza. És aquesta la seva grandesa.

L'espai sonor s'omple tant eventualment com ràpidament amb alguns compassos de música barroca, les habituals trompetes d'aquesta mena de produccions en el seu format clàssic fins a arribar a la tenebrosíssima música tardomedieval i barroca de l'enigmàtic artista postmodern Anna-Varney Cantodea de Sopor Aeternus and The Ensemble of Shadows, deixant-nos endinsar per la foscor de l'ànima del torturat Ricard III, però també per la de tots aquells actors que diàriament ens perdem a platees professionals i amateurs. És a aquests, també, un homenatge que hauria d'animar a treure'ns la mandra per a continuar trobant actors intel·ligents per a textos intel·ligents que ens facin aturar una vegada més i dir, com va dir Faust, "Atura't, instant, ets tan bell".

Gabriel Calderón ha escrit i dirigit Història d’un senglar (o alguna cosa de Ricard), un monòleg que gira al voltant dels mecanismes del poder contemporani, el desig i el ressentiment, i ens fa reflexionar sobre els límits de l’ambició, la mediocritat, la vanitat i el poder.

El text ha estat traduït al català per Joan Sellent.

Es tracta de teatre dins del teatre.

Un actor interpreta a l’actor que ha de representar el paper de Ricard III. Actor i personatge comparteixen alguns trets de personalitat, com el ressentiment, l’enveja, la manipulació, l’estupidesa, el fracàs, el desig i l’ambició. L’ambició del personatge shakespearià i l’ambició de l’actor que l’ha d’interpretar. Ficció i auto ficció.

Joan Carreras construeix el personatge fen gala de tot un gran ventall de recursos interpretatius. L’hem vist intens, sobri, natural, creïble, mesurat. Brutal!! Una interpretació magistral amb la qual Carreras va guanyar el premi Max a la millor interpretació.

Magnífic text i fantàstic actor. Una posada en escena espectacular dissenyada per Laura Clos, plena de simbolismes que fan referència al món teatral. L’excel·lent treball de caracterització de Núria Llunell, el vestuari de Sergi Corbera, i una il·luminació molt acurada de Ganecha Gil , fan d’aquest espectacle un imprescindible per a tot amant del bon teatre.

 

Espectacle vist al teatre La Sala d’Argentona

Ricardo III es un personaje recurrente, de aquellos que no nos cansamos nunca de ver encima de un escenario. Hace unos años descubrimos a un adolescente que jugaba con el rey shakespearano en la muy recordada Ricard de 3r, y ahora es un actor de reparto el que obtiene la gran oportunidad de encarnar al personaje en una producción muy accidentada. A través del monólogo conoceremos las discusiones con los otros actores, la mala relación con el director, los desastrosos ensayos, etc. Y todo esto punteado por los maravillosos versos del bardo de Avon, seguramente de los más duros de toda su obra.

Detrás de esta pequeña joya hay el dramaturgo y director uruguayo Gabriel Calderón, que descubrimos hace unos años en el TNC con la imaginativa Que rebentin els actors. Pero nada sería lo mismo si la idea no fuera defendida por un actor de aquellos que son capaces de todo. Hace unas pocas semanas nos defendía al reverendo Lawrence Shannon en La nit de la iguana, y ahora nos muestra a este actor huraño, listo y perverso. Y es que nadie podrá negar que Joan Carreras lleva un tiempo regalándonos las mejores noches de su carrera artística. No es fácil aguantar un monólogo como este -sobre todo si es la primera vez que te enfrentas a uno-, pero si veis la pieza entenderéis la energía que se tiene que gastar en este caso.

Una mención a parte tendría que ser para la interesante escenografía de Laura Clos y Marta Calderón. Un espacio escénico reducido, pero contundente, que nos transporta a la tramoya de un teatro atemporal, juguetón y arquetípico. Un espacio en el que nos gustaría quedarnos un rato más y seguir viendo personajes y situaciones. Y es que a los que nos gusta el teatro nos encanta meternos, de vez en cuando, entre bambalinas.